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Mostrando entradas de mayo, 2013

Copy-Paste: Del Poder.

Las palabras son tomadas de George Orwell, 1984 (RBA Editores, Barcelona 1993, pp.211-212). Su desnudez, absolutamente precisa. En el capítulo tercero de la tercera parte: Winston, el protagonista, se enfrenta a lo simplemente vertical.. . -Ahora dime, ¿por qué nos aferrarnos al poder? ¿Cuál es nuestro motivo? ¿Por qué deseamos el poder? Habla —añadió al ver que Winston no le respondía. Sin embargo, Winston siguió callado unos instantes. Sentíase aplanado por una enorme sensación de cansancio. El rostro de O’Brien había vuelto a animarse con su fanático entusiasmo. (...) —Ahora te diré la respuesta a mi pregunta. Se trata de esto: el Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; sólo nos interesa el poder. No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; sólo el poder, el poder puro. Ahora comprenderás lo que significa el poder puro. Somos diferentes de todas las oligarquías del pasado porque sabemos lo que estam

Copy-Paste: Casa de Citas

Al igual que la vez pasada, los textos los reproduzco de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, de Oliver Sacks (Anagrama 2002). Los títulos los pongo yo, arbitrariamente. Visión: Porque no pensamos nunca, en principio, que una visión pueda ser cosa «médica»; y si se localiza o sospecha una base orgánica, se puede considerar que ésta «devalúa» la visión (aunque, claro está, no es así: los valores, las valoraciones, no tienen nada que ver con la etiología). (…) Esto no merma en modo alguno su trascendencia psicológica o espiritual. Si Dios, o el orden eterno, se reveló a Dostoievski en los ataques de que fue víctima, ¿por qué no habrían de servir otras condiciones orgánicas como «puertas de acceso» al más allá o a lo desconocido? Infancia: Esther Salaman, en su hermoso libro sobre «recuerdos involuntarios» (A Collection of Moments, 1970), habla de la necesidad de preservar, o recuperar «los sagrados y preciosos recuerdos de infancia», de lo empobrecida y des

Copy-Paste: Casa de Citas

Los textos están tomados de: Oliver Sacks, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero . Barcelona: Anagrama 2002. Espejo Nos adentramos aquí en aguas desconocidas donde pueden cambiar completamente de sentido todas las consideraciones habituales… donde enfermedad puede ser bienestar, y normalidad enfermedad, donde la excitación puede ser una esclavitud o una liberación, y donde la realidad puede residir en la ebriedad, no en la sobriedad. Es el reino de Cupido y Dioniso. Memoria y Olvido Pero el señor Thomson, nada más salir del hospital (su síndrome de Korsakov se había manifestado hacía sólo tres semanas, en que le sobrevino fiebre alta, empezó a delirar y dejó de reconocer a la familia) aún seguía en ebullición, aún se mantenía en un delirio confabulatorio casi frenético (del tipo a veces denominado «psicosis de Korsakov», aunque no sea en modo alguno una psicosis), creando continuamente un mundo y un yo, para substituir al continuamente olvidado y perdido. Est

Copy-Paste: Crisis

Leyendo textos sobre la crisis del capitalismo, sobre los neoconservadurismos y neocristianismos, y unas cuantas salvajadas de nuestras empresas criollas (Claro, que te denuncio si me criticas; Las Atuneras, que no manejamos mercurio en nuestros atunes; Las Madereras, que qué hacen esos negros oponiéndose al progreso; etc) y temas similares, me resonaba constantemente aquello que escribiera Abel Posse en su novela Los Perros del Paraíso (Barcelona: Argos Vergara, 1983, p.11-13), refiriéndose al momento previo del 'descubrimiento' de América: “Entonces jadeaba el mundo, sin aire de vida. Todos los péndulos recordaban el ser-para-la-muerte. (...) El Dios hebreo, indigestado de Culpa, había terminado por aplastar a su legión de fervorosos bípedos. (...) El jadeo de Occidente se transformaba en estertor. Los poderes, alarmados, se consultaban. (...) Las multinacionales se asfixiaban reducidas a un comercio entre burgos. Reclamaban con airada impaciencia. (...) Occidente, jade

Dos historietas

NEWTON. Pasear por entre las colinas es el mejor descanso para una mente inquieta, siempre en actividad. Así lo predicaba y lo practicaba Newton. No era extraño, por esto, verlo aquel lunes, con paso lento y distraído entre los arbustos. Vio un pequeño y frondoso manzano. Tenía algunos frutos todavía, maduros. Alzó la mano y arrancó uno, toqueteando con los dedos la madura pulpa tras la piel, asombrado por su provocativo color rojo. Su olfato y su apetito empezaban a hacer fiestas. Su boca se entreabrió, como dejando pasar el aire inaprensible de la infancia. Por fin, anticipando el deleite, sus dientes se dispusieron a hincarse en el manzano. El pequeño fruto, sin embargo, no estaba dispuesto a dejarse comer. Sin pensar en el desaire que hacía, sin ningún tipo de vergüenza, sin pudor alguno, desplegó sus inmensas alas rojas, y con un violento aleteo se despidió de la mano que le sostenía, remontándose con afán al aire limpio del lunes…  Newton quedó estupefacto. ¡Cuándo