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Mostrando entradas de 2021

Casa de citas: La arboleda perdida (9)

Las citas provienen de La Arboleda Perdida (Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2003. Parte 1 y Parte 2) de Rafael Alberti. El título que acompañan al fragmento transcrito es mi propia arbitrariedad, que así imagina lo que contiene la palabra propuesta. Sobre Ernesto Cardenal Nada más emocionante, y hasta gracioso, ver la imagen fotografiada de este poeta sacerdote [Ernesto Cardenal], más en cuclillas que arrodillado a las plantas del Papa Juan Pablo II, recibiendo la condena de éste por ser ministro de una revolución que Su Santidad hubiera preferido enganchada más bien a aquellos mismos que en complicidad con Somoza asesinaron a Sandino. (sp, 343). Sobre Miguel de Unamuno León Felipe, un día (…) me dijo que Unamuno, cuando llegó por primera vez de su País Vasco a la meseta de Castilla, quiso advertir a Dios de su presencia en medio de la solitaria llanura. "¡Dios, Dios, Señor Dios, que ha llegado Unamuno! Soy Miguel de Unamuno. ¡Aquí estoy!" El cielo esta

Casa de citas: La arboleda perdida (8)

Las citas provienen de La Arboleda Perdida (Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2003. Parte 1 y Parte 2) de Rafael Alberti. El título que acompañan al fragmento transcrito es mi propia arbitrariedad, que así imagina lo que contiene la palabra propuesta.  Fantasma: - Aquí no queda nadie. De aquí todos se han ido – me respondió la voz del jardinero… (sp, 250) Nocturna: Influido por no se qué exposición, vista en Madrid, de malos paisajes pintados con luz de luna, quise yo ensayar lo mismo marchándome, sigiloso, de mi casa, una noche de claro plenilunio a horas que supuse que mis padres dormían. (…) Cuando llegada la mañana mostré a los de mi casa mi Puerta de Alcalá iluminada por la luna, separando a uno de mis hermanos, al mayor, que sonreía burlonamente, le dije: - Para que veas tú también que se puede salir de noche sin necesidad de ir de putas. (pp, 134-135). Oscura: Como mi padre siempre andaba de viaje por el norte de España, representando no ya los vinos suyos, sin

Casa de citas: La arboleda perdida (7)

Las citas provienen de La Arboleda Perdida (Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2003. Parte 1 y Parte 2) de Rafael Alberti. El título que acompañan al fragmento transcrito es mi propia arbitrariedad, que así imagina lo que contiene la palabra propuesta. Alimento (o Evocación de Rebeca Buendía) De niño, arrancándola con las uñas, me comía la cal de las paredes, alimento que aún perdura en la corriente de mi sangre, que ilumina, oculto, mis médulas. (sp, 307) Aventura: La verdad es que nada existe como soltar la poesía al viento, cantarla, modularla, llenando los oidos del alma de la gente, en medio de una plaza, junto al mar, en un lugar cualquiera. Hasta la poesía más difícil, o hermética, puede cavar, abrir un pozo resonante, en los oidos de la gente, como yo lo he hecho leyendo la Fábula de Polifemo y Galatea en medio de un acfé al aire, dejando perplejos a los que me escucharon. Hacer lo mismo que el viento, que va arrastrando por ahí su bello y tumultuoso silabario…

Casa de citas: La arboleda perdida (6)

Las citas, palabras de Rafael Alberti en La Arboleda Perdida (Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2003. Primera parte-pp- y segunda parte -sp-)...   Besos: Ha estallado el furor, el frenesí, el delirio. Brama en la oscuridad, rompiéndose contra los muros, el espanto crujiente de los besos. Sangran los labios acoplados en las gargantas. Las lenguas se prolongan, se hinchan, rebasando la medida de la boca. Los ojos se vuelven del revés. Resbalan hasta las orejas. O suben al centro de la frente. Y ya es de pronto un solo ojo que mira con las dos pupilas. Un estertor doliente y prolongado nos llega de lo más remoto. Son los rinocerontes que se besan. Se rajan los vitrales. Se agrietan las paredes. El pavimento se levanta en una sísmica sacudida. Son los besos taladros. Los besos clavo. Los besos tornillo. Los besos alicate. Los besos bisturí. Como chupones. Como valvas. Como tremendas sanguijuelas. Devoradores. Mudos. Sonoros. Ensordecedores. Agotadores. Moribundos. En coma

Casa de citas: La arboleda perdida (5)

Las citas provienen de La Arboleda Perdida (Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2003. Parte 1 y Parte 2) de Rafael Alberti. El título que acompañan al fragmento transcrito es mi propia arbitrariedad, que así imagina lo que contiene la palabra propuesta.  Reliquia: Visitaba con mi hermano Agustín [En Medina del Pomar] su hermosa colegiata. El la iglesia, el viejo sacristán (…) se detuvo, solemne, ante el sagrario del altar mayor: un áureo y relampagueante joyel rodeado de reliquias. - Aquí se encierra -susurraba, despacio, el vejete- la esquirla de un hueso de san Francisco. Aquí un diente de san Blas, abogado de los dolores de muelas. Aquí una aguja de la Virgen. Aquí una lágrima de San Juan. Aquí… Se calló, de pronto, dejándonos suspendidos el aliento. Había llegado al  centro del sagrario. Junto a su dedo, romo y sucio, resplandecía con más vigor el pequeño aposento de otra reliquia. - Aquí… ¿a que no saben ustedes lo que hay? Gran silencio interrogativo por nuestra p

Casa de citas: Rafael Alberti: La arboleda perdida (4)

Las citas provienen de La Arboleda Perdida (Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2003. Parte 1 y Parte 2) de Rafael Alberti. El título que acompañan al fragmento transcrito es mi propia arbitrariedad, que así imagina lo que contiene la palabra propuesta.   Herencia:   Se llamaba Servando del Pilar. Su padre era basurero, un bonísimo hombre que salía al alba con un saco a retirar los desperdicios y suciedades de las casas. Yo estuve una mañana en la que él vivía con su hijo Servando y quedé asombrado y conmovido. Una mesilla y un catre fue cuanto pude descubrir en la lobreguez húmeda del cuartucho que componía toda la vivienda. Aquel pobre sencillo y verdaderamente santo se ufanaba de la vocación de su hijo, para quien trabajaba desde la madrugada en tan humildísimo oficio, soñando buenamente en que algún día su pequeño pintor llegara a cambiárselo por unos pocos años de merecido bienestar y reposo. (pp, 129) Testamento:   Cuando me muera, si es que a mi cuerpo no lo

Casa de citas. Rafael Alberti: La arboleda perdida (3)

Las citas, palabras de Rafael Alberti en La Arboleda Perdida (Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2003. Primera parte-pp- y segunda parte -sp-)... Botánica:  ...de entre todos los yerbajos silvestres que pisábamos, ascendía uno de tallo arqueado que, según mi madre, se llamaba pedo de zorra, y otro, como rematado por una vaporosa espiga amarfilada, que era conocido -y esto me lo decía ella después de soplarla y hacerla desaparecer- por la palabra del hombre: así era ésta de efímera e inexistente, que no soportaba ni el más leve soplo de los labios. (sp, 159)  Confianza:  Yo aprendí a descansar sobre tus hombros / y a descender por ríos y laderas, /  a entrelazarme en las tendidas ramas / y a hacer del sueño mi más dulce muerte. (pp, 343) Despedida:  Con lágrimas que me subieron de los huesos, mal vestidos y graves, los vi perderse en fila e internarse, seguramente para no salir más, por el ardido corazón de África. (pp, 89)  Funeral:  El poeta ganadero yacía amortajado,

Casa de citas. Rafael Alberti: La Arboleda Perdida (2)

Las citas, palabras de Rafael Alberti en  La Arboleda Perdida (Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2003. Primera parte-pp- y segunda parte -sp-)... Alfarero: Érase que se era un viejo muy viejecito, aunque tenía sólo tres años menos que yo. Parecía mi bisabuelo. Y era alfarero. Tocaba el barro lentamente, amasándolo con verdadera unción contemplativa, como si sus dedos acariciasen una carne sagrada, a la que había de dar formas sublimes, diferentes. Ganaba muy poquito. Unos chiquillos iban a buscarle la arcilla a unas subidas tierras húmedas, resbaladizas, de la montaña. (...) ¿Por cuánto vendía luego sus anforillas, vasos, platos, toritos, decorados con la una o una varilla de madera? Lo que quisieran darle. (…) Pero él era feliz, rodeado de aquellos rústicos cacharrillos, que eran la vida de sus dedos. ¿Se habrá muerto tal vez ya, pobre pero dichoso, y andará ahora quizá volando por ahí, intentando recuperar sus propias figuritas que tanto amaba, sus platos, sus torit

Casa de citas. Rafael Alberti: La arboleda perdida (1)

Hoy, y en las semanas que siguen, trascribiré los subrayados de mi lectura de La Arboleda Perdida (Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2003. Parte 1 y Parte 2) de Rafael Alberti. El título que acompañan al fragmento transcrito es mi propia arbitrariedad, que así imagina la palabra propuesta contenida en las palabras del poeta. Abrigo:  El fuego que se filtra por las hojas de los dos o tres árboles que me protegen es una buena espada para abrirme a los tupidos senderos de la memoria. (en parte 1) Agonía: Y de súbito, cuando más parecía que los aires de El Puerto lo fortificaban levantándolo, tío Tomás cayó en cama para luchar, como bravo soldado, largo y tendido, con la muerte. Misteriosas se volvieron las hijas, Gloria, María y Dolorcitas, misteriosa tía Lola, misteriosa la casa, misteriosos y oscuros los alrededores del lecho del enfermo. Algo grave pasaba, que se quería a toda costa ocultar. Nadie sabía bien qué es lo que andaba debatiéndose, aunque los constantes cuc