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Mostrando entradas de mayo, 2012

Seis escenas, un hombre (4 de 6)

4. ESCALERA. Si fueran las mismas o no que por primera vez pisara, era algo de lo que sus pies tendrían que dar cuenta. Pero ahora vacilaba. La simple verticalidad vislumbrada a través de la ventana y, ahora de vuelta, las ondas regulares de algún viejo sabor en la piedra, se le hacían signo de tenue carcajada. Pero era menester continuar. Era un compromiso. Con lentitud, al amparo del vaho quieto de la niebla que desde la calle se asomaba por la ventana como brote del muérdago en el primer trazo del escolar, el hombre dejó venir la presencia de la escama. Se asemejaba ésta, evocó en su interior, a la breve aspiración del primer anhelo, que se deslizaba hacia una oscuridad con pretensión de marca. El pie tanteó sus límites, como animal hambriento y asustado, y se posó por fin firme, inevitable para el paso siguiente. Este se fue alzando como velamen, hinchando su gota pétrea y el desasosiego del chapitel, anhelando pronto la seguridad de la talla; en rápido olvido cayó por fin, e

Seis escenas, un hombre (3 de 6)

3: VENTANA El momento, por ser tal, era más que posible, aunque le invadía el desasosiego. Pensó deseables el azar o la locura, a esta repentina conciencia de ignorancia. Observando sus llagados pies y su rotosa vestidura, supo tan de repente la presencia de fosos y afilados muros, que se estremeció como el podrido fruto a punto de acabar sus esperanzas frente al cuervo que le ha descubierto. Quizás se había confiado en demasía y actuado con demasiada prontitud. Una mirada por sobre su hombro le disuadió de dar vuelta atrás: la fangosa neblina se alzaba por entre las calles y los altos edificios, haciendo más aterradores sus murmullos de ausente multitud. «Seguiré», se dijo queriéndose convencer, «y encontraré una gota de redención». Un ángel aún en simiente escuchó la plegaria en su sueño inacabado, y su leve estertor dejó caer una baba que vino a estrellarse con la ventana. El débil tintineo sacó al hombre de su ensoñación. Allí estaba, alta, ojo cuadrado sobre el muro en vigía

Seis escenas, un hombre (2 de 6)

2. CAMINO. Ya fuera del lugar, evocó durante el largo camino. Procurando reconstruir con detalle qué era lo que le había pasado, dejó de lado cualquier razón que intentara direccionar sus pasos. El letargo preparado desde hacía mucho tiempo le proporcionó la confianza suficiente para abandonarse, con la confianza de no tropezar y buscar, con calma, algún retazo de idea. La advertencia llegó de manera providencial. Un pequeño guijarro rodó, empujado por alguno de sus pasos; se transformó en campana lenta, oscura, del húmedo y uniforme asfalto encallecido de tantos y tumultuosos pasos. «He llegado», pensó, paseando la vista por las superficies toscas y grises, de imprecisos aunque duros límites impuestos por los ladrillos que empujaron a los albañiles a tratar de cercenar el fuerte rumor del mundo. «Es la ciudad», concluyó. Pudo percibir la débil claridad que se deslizaba con lentitud de baba por entre las estrechas calles. A su izquierda, la pared llamó su atención. Se acercó, a

Seis escenas, un hombre (1 de 6)

1. ENTREVISTA. Se prolongó un ruido seco a través del cálido aire. El hombre se dirigía hacia el lugar iluminado por la intensa luz, en tanto le alcanzaba la sensación de avanzar hacia el choque con una delicadísima columna de mármol. El brillo lo absorbía todo, al punto de dejar como una nada informe y vacía a su alrededor: un abandono cansado. Acercándose, distinguió la forma. Un escritorio viejo, pesado, angelical por el resplandor, con la pequeña guarda de una silla vacía. Allí aguardaba un flaco anciano de barba corta, vestido como cualquier día, inclinado y garrapateando con calculado gesto. Aquel viejo ganaba solidez, y como si de él dependiera dejaba deslizar su fatigada respiración y el golpetear de la pluma para que se entremezclaran, con delicadeza, con los ecos del taconeo del hombre que avanzaba, junto al persistente pero sordo rumor de la ciudad. Minutos después, lo inevitable: todo se detuvo. Allí, una luz, un hombre, un viejo, un escritorio, ya sin sonidos que i