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Mostrando entradas de enero, 2021

Casa de citas: Rafael Alberti: La arboleda perdida (4)

Las citas provienen de La Arboleda Perdida (Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2003. Parte 1 y Parte 2) de Rafael Alberti. El título que acompañan al fragmento transcrito es mi propia arbitrariedad, que así imagina lo que contiene la palabra propuesta.   Herencia:   Se llamaba Servando del Pilar. Su padre era basurero, un bonísimo hombre que salía al alba con un saco a retirar los desperdicios y suciedades de las casas. Yo estuve una mañana en la que él vivía con su hijo Servando y quedé asombrado y conmovido. Una mesilla y un catre fue cuanto pude descubrir en la lobreguez húmeda del cuartucho que componía toda la vivienda. Aquel pobre sencillo y verdaderamente santo se ufanaba de la vocación de su hijo, para quien trabajaba desde la madrugada en tan humildísimo oficio, soñando buenamente en que algún día su pequeño pintor llegara a cambiárselo por unos pocos años de merecido bienestar y reposo. (pp, 129) Testamento:   Cuando me muera, si es que a mi cuerpo no lo

Casa de citas. Rafael Alberti: La arboleda perdida (3)

Las citas, palabras de Rafael Alberti en La Arboleda Perdida (Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2003. Primera parte-pp- y segunda parte -sp-)... Botánica:  ...de entre todos los yerbajos silvestres que pisábamos, ascendía uno de tallo arqueado que, según mi madre, se llamaba pedo de zorra, y otro, como rematado por una vaporosa espiga amarfilada, que era conocido -y esto me lo decía ella después de soplarla y hacerla desaparecer- por la palabra del hombre: así era ésta de efímera e inexistente, que no soportaba ni el más leve soplo de los labios. (sp, 159)  Confianza:  Yo aprendí a descansar sobre tus hombros / y a descender por ríos y laderas, /  a entrelazarme en las tendidas ramas / y a hacer del sueño mi más dulce muerte. (pp, 343) Despedida:  Con lágrimas que me subieron de los huesos, mal vestidos y graves, los vi perderse en fila e internarse, seguramente para no salir más, por el ardido corazón de África. (pp, 89)  Funeral:  El poeta ganadero yacía amortajado,

Casa de citas. Rafael Alberti: La Arboleda Perdida (2)

Las citas, palabras de Rafael Alberti en  La Arboleda Perdida (Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2003. Primera parte-pp- y segunda parte -sp-)... Alfarero: Érase que se era un viejo muy viejecito, aunque tenía sólo tres años menos que yo. Parecía mi bisabuelo. Y era alfarero. Tocaba el barro lentamente, amasándolo con verdadera unción contemplativa, como si sus dedos acariciasen una carne sagrada, a la que había de dar formas sublimes, diferentes. Ganaba muy poquito. Unos chiquillos iban a buscarle la arcilla a unas subidas tierras húmedas, resbaladizas, de la montaña. (...) ¿Por cuánto vendía luego sus anforillas, vasos, platos, toritos, decorados con la una o una varilla de madera? Lo que quisieran darle. (…) Pero él era feliz, rodeado de aquellos rústicos cacharrillos, que eran la vida de sus dedos. ¿Se habrá muerto tal vez ya, pobre pero dichoso, y andará ahora quizá volando por ahí, intentando recuperar sus propias figuritas que tanto amaba, sus platos, sus torit

Casa de citas. Rafael Alberti: La arboleda perdida (1)

Hoy, y en las semanas que siguen, trascribiré los subrayados de mi lectura de La Arboleda Perdida (Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2003. Parte 1 y Parte 2) de Rafael Alberti. El título que acompañan al fragmento transcrito es mi propia arbitrariedad, que así imagina la palabra propuesta contenida en las palabras del poeta. Abrigo:  El fuego que se filtra por las hojas de los dos o tres árboles que me protegen es una buena espada para abrirme a los tupidos senderos de la memoria. (en parte 1) Agonía: Y de súbito, cuando más parecía que los aires de El Puerto lo fortificaban levantándolo, tío Tomás cayó en cama para luchar, como bravo soldado, largo y tendido, con la muerte. Misteriosas se volvieron las hijas, Gloria, María y Dolorcitas, misteriosa tía Lola, misteriosa la casa, misteriosos y oscuros los alrededores del lecho del enfermo. Algo grave pasaba, que se quería a toda costa ocultar. Nadie sabía bien qué es lo que andaba debatiéndose, aunque los constantes cuc