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Mostrando entradas de agosto, 2013

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Armas (ejercicio de las): Pero vosotros considerando haber tan gran diferencia en el seguir de las armas o en los vicios, y ganar los bienes temporales, como es entre el juicio de los hombres y las animalias brutas, habéis desechado aquello que muchos codician y tras que muchos se pierden, queriendo pasar grandes fortunas por dejar fama loada, siguiendo este oficio militar de las armas, que desde el comienzo del mundo hasta este nuestro tiempo ninguna buena ventura de las terrenales al vencimiento y gloria suya se pudo ni puede igualar, por donde hasta aquí ninguno otros intereses ni señoríos habéis cobrado, si no poner nuestras personas llenas de muchas heridas en grandes trabajos peligrosos, hasta las llegar mil veces al punto y estrecho de la muerte, esperando y deseando más la gloria y fama que otra alguna ganancia que de ello venir pudiese… Fuente : Amadís de Gaula . Tomo 2: Cuarto libro, Capítulo IV. Editorial Nueva Nicaragua: Managua, 1988, p. 204-205. Asombro: El s

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Insatisfacción: Pero como en las cosas perecederas de este mundo no haya ni se puede hallar ninguno acabado bien, pues que Dios no lo quiso ordenar, que cuando aquí pensamos ser llegados al cabo de nuestros deseos, luego en punto somos atormentados de otros tamaños o venturas mayores… Fuente : Cap. 56, libro 4. del Amadís de Gaula . Tomo 2: Editorial Nueva Nicaragua: Managua 1988, p.390. Galantería: Mi buen señor, yo creo verdaderamente que estas señoras no son nacidas como las otras mujeres, sino que aquel gran sabedor Apolidón por su gran arte las hizo y las dejó aquí en esta Ínsula, donde las hallasteis, y no puedo pensar sino que ellas y yo estamos encantados; que puedo decir, y es verdad, que si en todo el mundo tal compaña como ésta se buscase, no sería posible poderse hallar. Fuente : Cap. 29, libro 4, del Amadís de Gaula . Tomo 2: Editorial Nueva Nicaragua: Managua 1988, p.351. Flirteo: … y pensó que la dulce palabra y el rostro amoroso con los agrada

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Testamento: La historia de un rey que construye un templo, que va terminando mientras su cuerpo se destruye por la lepra. Fuente : Juan Antonio Vallejo-Nágera, Mishima o el placer de morir . Barcelona, Planeta 1995. p.29. Monstruo: …tomó por su mujer a su hija Bandaguida, en la cual aquella malaventurada noche fue engendrada una animalia, por ordenanza de los diablos, en quien ella y su padre y marido creían, de la forma que aquí oiréis. Tenía el cuerpo y el rostro cubierto de pelo, y encima había conchas, sobrepuestas unas sobre otras, tan fuertes, que ninguna arma las podía pasar, y las piernas y pies eran muy recios y gruesos, y encima de los hombros había alas tan grandes, que hasta los pies le cubrían, y no de péndolas, mas de un cuero negro como la pez, luciente, velloso, tan fuerte, que ninguna arma las podía empecer, con las cuales se cubría como lo hiciese un hombre con un escudo; y debajo de ellas le salían brazos muy fuertes, así como de león, todos cubiertos d

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Sumisión: Todas aquellas señoras se otorgaron en esto, que Gransandor partiese luego; mas Mabilia toda aquella noche nunca cesó de llorar con él, pensando que de aquel viaje no se le podrían excusar grandes peligros y afrentas; pero en la fin, queriendo más la honra de su marido que satisfacer su deseo, tuvo por bien que así lo hiciese. Fuente : Cap. 48, libro 4. del Amadís de Gaula . Tomo 2: Editorial Nueva Nicaragua: Managua 1988, p.411. Prudencia: Esto es lo que se ha de saber en la vida para ordenar los pasos en una forma sabia. Pues si a la muerte vamos hemos de saber los lugares entre los que se ha de repartir nuestro destino. Fuente : Roque Dalton, “El Tlamatini”, en: Los testimonios . UCA Editores, San Salvador 1996, p.44. País: Un día te arrastraré hasta mi país, el cosmos cómico, el microcosmos anacrónico, donde aún se dan puntapiés bajo la mesa Caín y Abel. Fuente : Roque Dalton, “El paso de los años”, en: Taberna y otros lugares, UC

En Caná de Galilea

Una boda. Fiesta, ornamentos, alegría, todos convocados desde las pequeñas cumbres de sus miserias, envueltos en ellas como festones sobre el cuerpo, para entrar por la pequeña puerta y transformarlas en esa extraña luz hermanable que de pronto olvida y hace crecer brevísimos pastos en ausentes llanuras. Si estamos en Caná de Galilea, y si se trata de los evangelios, es indudable: estamos ante el milagro del vino. Si uno de los personajes se llama Jesús, con más veras: tiene que ser un milagro. Si es un milagro, tiene que ser algo frente a lo cual la pobre lógica humana se excede, proclaman casi todos. El ciego no es casi todos. “Recuerda”, dice, “que yo era ciego, y ahora veo”. “Tranquilo ciego”, dice el teólogo, o el predicador, o el historiador, o incluso un teósofo: “tus palabras serán mejor explicadas por mí”.  Estas cosas venden: el teósofo, hay que decirlo, ha tomado ventaja. Se trata de la verdadera ciencia, explica, tan avanzada que nuestra mentalidad escasa aun no es