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Mostrando entradas de noviembre, 2011

Artesanía (3 de 5)

3. De los prolegómenos para el inicio de un trabajo. Los latidos del mundo se habían ralentizado. Ese enorme organismo de metales y vigas, de torres levantadas en acero y polímeros, de largos nervios de coltan por entre el asfalto dispuestos a la rápida y precisa transmisión del Espíritu, tomaba una pausa en su ansiosa magnitud. Era joven si se comparaba con la larguísima y lenta evolución de sus creadores, pero una vez reconocido como Ser, pronto saltó de la privilegiada piedra al maleable concreto, y de allí a su actual cualidad aérea, tomando posesión de todos los rincones del planeta y habitándolos con su soplo. Esto explica que, como una pitón cargada de su última caza, cada tanto tiempo necesitara de cierto reposo para realizar la labor de absorber los nutrientes proporcionados por la presa que antaño fue señor. Ese tiempo proporcionaba justo la somnolencia necesaria para manifestar, a manera de nocturnas e involuntarias poluciones, los hábitos ancestrales ya desechados en la

Artesanía (2 de 5)

2. Donde, a manos del Artesano, llega una “preciosa” caja de manera «¡Eh! ¡Artesano!» El Artesano acudió al llamado. Era obvio que lo llamaran a él, pues en aquella calle, e incluso era muy posible que en aquella ciudad y aquel país, fuera el único artesano. Tan único, que ya hacía mucho tiempo se había acostumbrado a olvidar su nombre, y quienes le rodeaban también. Incluso, los que le buscaban para algún trato o trabajo, cosa cada vez menos frecuente, no se preocupaban de tal minucia: el artesano era el Artesano. Quizás se tratase de algún vecino al que no le hubiera reconocido la voz. Esto era lo más frecuente, dado que, por vieja costumbre, no dejaba de prestar favores de muy diverso tipo. Quizás se tratase de algún cliente buscando reparar algún aparatejo, haciendo presencia en su tenderete, eso sí, con discreción. En los tiempos en que transcurre esta historia ya no era costumbre ‘reparar’ objetos que, por alguna pequeña falla, por mínima que fuera, hubieran perdido su pos

Artesanía (1 de 5)

1. La artesanía: indagación por su origen, y descripción de ella. En sí misma, la caja de madera no es más que una artesanía y, como tal, en algún momento de su historia estará destinada a caer en las manos de un artesano. De un artesano salió, a un artesano volverá. Sin embargo, hay que hacer claridad que se desconoce su final. Pudo haber terminado en un bote de basura, o quemada, o hecha trizas, o cualquier otro fin más o menos agradable, asunto que se deja a la imaginación del lector pues aquí no interesa. Como artesanía, se podría calificar de “preciosura”, si tal palabra fuera permitida en los tiempos en que trascurre esta historia. La razón de su origen es desconocida con exactitud, aunque algunas insinuaciones se ofrecerán. Es plausible que se trate de un secreto gusto cultivado en el pasado, o algún capricho afectivo de los antiguos productores, con el que suponían entretejer en el objeto externo algo así como una extensión de sus estados mentales, llamados por lo normal “

De mi casa: diciembre de 1991 (y 9)

HOY VOLVÍ Cuando volví a casa la encontré tan tranquila y calmada que pensé, te confieso, que había muerto. No son muchos los años que pasé afuera. Fueron pocos los días que aquí estuve. A través de la ventana la calle tranquila, los árboles casi inmóviles apenas estremecidos por el viento. La casa del frente, llena de obreros en la mañana donde alguna vez mis hermanos jugaban con los vecinos. Aquí, todo está tranquilo. Los pisos son fríos, las paredes blancas, las puedo tocar digo yo. El mismo techo. En los armarios los viejos juguetes dañados y sucios que no he sacado porque no quiero más nostalgia y ya soy mayor. Mira: los libros empolvados y siempre en su lugar, yo los abría y leía cosas, pero ya nadie los usa. De vez en cuando oigo las voces queridas y acostumbradas, aunque mis hermanos ya no están aquí. Mi mamá y mi papá caminan aunque muchas veces no los oigo. Todo lo miré, todo lo toqué, lo sentí con mi piel, abrí cajones y

De mi casa: diciembre de 1991 (8 de 9)

CANTO QUE ENCONTRÉ EN UN CAJÓN Cuando estás solo en casa, puedes hacer tantas cosas... Entre ellas, aburrirte, y así, aburrido sin nada más que hacer, sentarte a escribir. Habrán muchos asuntos para la escritura, pero, cosa curiosa y quizás frecuente, cuando estás solo y tienes 21 años, quizás te creas poeta; además, como a útiles oficios que demandan mayores esfuerzos por lo normal les hacemos el quite, nos colocamos en la terrible labor de escritor. Papel, lápiz, el misterioso y aislado escritorio, y los resultados, tan esperados como lamentables: -NOCTURNO- La noche aletea los vagos y grisámbulos sonidos Consonánticos, aplausáticos, ruidáticos, Larga larguísima en agilísimo son Para escriturar el nocturno en frágil diapasón. La noche alargaba sus dedos fantástica, Silvática, greiftática, irritática, Larga larguérrima en bullérrimo gong Para ser del nocturno escupitaja imitación. Y la amada, ¡la amada! Flacuchenta, flatulenta, Lerda y lenta que se

De mi casa: diciembre 1991 (6 y 7, de 9)

CANTO A MIS PAPÁS Pedro Miguel y María Belén son dos nombres que a mí me parecen un sofá mullido que le invita a uno a descansar. Hormiguita y cucarrón de vez en cuando dejan adivinar en los pasos almidonados un jardín de bicicletas y pajaritos. Se asoman tras las paredes como niños traviesos buscando esos juguetes que ya se fueron. CANTO A MIS HERMANOS Como el tiempo es un caucho que estira y estira (pero no el caucho que teníamos en el colegio para tirar los papelitos con saliva) cuando llegas a la casa tienes que reconocer que no hay nadie durmiendo en las camas. En una dormía Pedro José con ese siempre de flaco y grandes ojos que un día sería la herencia de sus hijos. En la otra, Juan Fernando, irrascible en esos días, ahora gordo y bonachón con barba de conejo. En la cama grande, pintada de blanco como un barco de papel, Fabiola Inés dormía pensando en viajes y astros para después de muchos años seguir esperando los sueñ