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Mostrando entradas de junio, 2012

Crónica de la locura y curación de Manuel

Los primeros en percatarse fueron los familiares. Poco después, los especialistas locales –el cura, el alcalde, el comerciante, en fin, la gente de bien de aquel pueblo– refrendaron el temor y la vergüenza. La aseveración definitiva fue imposible de evadir: Manuel iba por mal camino. Desde el principio fue clara la sintomatología: tendencia a la molicie y a la ensoñación que le apartaba de las cacerías de mendigos y putas. La temprana edad lo excusaba y evitaba la alarma: timidez, consentimiento, una viruela mal cuidada. Con el tiempo, el diagnóstico se hizo inexcusable: por completo notorias sus dudas frente a lo indudable, su soterrado renegar de las grandes causas, su falta de espíritu en las misiones patrióticas o divinas. Nada de esto dejó indiferente a la Gran Familia. Los mecanismos vinculares iniciaron su marcha, aplicándose amorosamente sobre Manuel. Palmada, cimbronazo, amenaza, insinuación. Todo se intentó para modelar el carácter, pero no era posible. Una necedad o un

Traspapelados: El lugar donde no desembarcaremos jamás

La entrada fue creada en un antiguo blog, hoy extinto, de geocities. Dos fechas en ella: Marzo 27 de 2007, y Julio 30 de 2001. El motivo: cumpleaños, secuestro en Colombia, y Peter Pan. (1) Marzo 27/2007. Ayer cumplí 37 años. Es un nuevo desembarco y, en cada desembarco, algo se va quedando definitivamente atrás. De esto me acordé en vísperas de mi cumpleaños cuando, por fin después de una larga espera, tomé en mis manos aquel viejo libro de J.M. Barrie,   Peter Pan , aquella buena literatura que no se edulcoloraba para infantes desabridos. “También   nosotros hemos estado allí: aún podemos oír el ruido del oleaje, aunque ya no desembarcaremos jamás”, escribe, refiriéndose a la tierra del Nunca Jamás. Hermosa metáfora, cargada también de todas nuestras profundas taras culturales. La tierra de Peter Pan es una tierra masculina, posiblemente de la infancia inglesa, donde la pequeña Wendy es una damita educada que se anima a visitar la isla en cuanto Peter le vislumbra las labores

Palabras de María

Original de 2004. Otro ejercicio etnográfico, basado en visitas y entrevistas con pobladores del Magdalena Medio -Sur de Bolívar- entre el año 2003 y 2004. PALABRAS DE MARÍA [Se abre el telón] La escena se desarrolla en una muy humilde casa, de tablas y bahareque y piso de tierra, desde donde se alcanza a divisar el Río Magdalena. En el interior de la casa, dos taburetes, una cama metálica, tres cajas de madera que guardan una poquita ropa, algunos cuadernos, fotos viejas, tres revistas (una Cosmopolitan, una Selecciones del Reader Digest, y una de TVCable), una biblia y chucherías varias; dos morrales cuelgan de sendos clavos herrumbosos; en un costado, adentro, una repisa de madera sobre la que descansa, enmarcado, un retrato avejentado de la Virgen del Carmen, con sus esquinas quemadas y el vidrio rajado; le rodea algunas flores silvestres, una estampita de San Martín de Loba y otra de la Virgen de la Original, y un velón rojo, ya consumido a la mitad; detrás del retrato,

A veces puedo decirle alguna cosa que es

Nota: Se trata éste de un pequeño ensayo etnográfico (junio de 2006) a manera de monólogo teatral. Se realiza a partir de una serie de entrevistas, entre el año 2003 y 2004, con población desplazada del Sur de Bolívar, de la vereda El Hachazo y en aquel momento asentada provisionalmente en San Pablo.   A VECES PUEDO DECIRLE ALGUNA COSA QUE ES.   [Se abre el Telón] Y aparece un helicóptero artillado. Éste, a medida que se aleja por el horizonte, va dejando tras sí un río y un pueblo, y en la orilla de este río y pueblo, una escena. Orillas del río Magdalena, en las afueras de San Pablo, bajo un inmenso árbol en el patio trasero de una casa desabitada y a medio construir. El patio colinda con el barranco cuyas erosionadas orillas lame el río, el cual deja flotar en su oleaje de aguas oscuras diverso tipos de desperdicio. Son las once de la mañana, y Sergio , de bermudas y chanclas, con cachucha y camisa raída y desabotonada, cargando al hombro una mochila y una atarraya, se ha

Seis escenas, un hombre (y 6)

6. LLEGADA Exudaba con fuerza la humedad, no sólo de sus pulmones, sino de toda su restituida piel. El hombre se encontraba volcado sobre el pavimento, cuya negrura espantosa le recordaba el lugar de la expulsión y su hálito moral. Este, además, como si fuera un colchón de agujas aceradas del intenso cielo, recibía las gotas que caían como si de falos fertilizados se tratara. El clima estaba despejado, y en lo alto se podría haber trazado cada gemido olvidado, de tan metálica que era la claridad. Alzando la vista, el hombre supo que aquello que en el vientre había anhelado pronto se realizaría, aunque no lo esperaba de manera tan inmediata. Con dificultad se puso de pie, y empezó a caminar. El asfalto chupaba las plantas de sus pies, secándolos. La luz hiriente parecía ser ahora las paredes que le rodeaban, sin posibilidad de dejar apreciar los detalles de su superficie, latigando con apremio su caminar hacia la aspereza del laberinto. En tanto, con cada paso, la piel lacerada

Seis escenas, un hombre (5 de 6)

5. INTERIOR. El hombre se había dejado deslizar, no ya a la penumbra, lo diluido, sino a la oscuridad completa que, a manera de la hermana gemela y perversa de una luz deslumbrante, regala ósculos de apagada lumbre. En tal sitio no era posible del todo decir con absoluta certeza la existencia de un espacio. La completa negrura no anulaba, sin embargo, la permanencia que, como un instante de eternidad, se hacía ancestral y piedra angular de un arco, éste sí permanente, indeformable, indestructible. Lo oscuro fungía así como una elástica anulación, que sin límites destrozaba toda frontera y proporcionaba su condición a lo otro, de manera que éste reconocía no lo invasor sino su más honda raíz. Pareciera que buceaba desnudo en un ignoto mar, o mejor decir, en un riachuelo que todos los días cruzó ignorando que algún día, antes que pedirle cuentas por el camino recorrido, le exigiría nombrar aquello pisado. Esto, claro está, no importaba al hombre en este momento, donde la extensión