Nota: Se trata éste de
un pequeño ensayo etnográfico (junio de 2006) a manera de monólogo teatral. Se
realiza a partir de una serie de entrevistas, entre el año 2003 y 2004, con
población desplazada del Sur de Bolívar, de la vereda El Hachazo y en aquel
momento asentada provisionalmente en San Pablo.
A
VECES PUEDO DECIRLE ALGUNA COSA QUE ES.
[Se
abre el Telón] Y aparece un helicóptero artillado. Éste, a medida que se aleja
por el horizonte, va dejando tras sí un río y un pueblo, y en la orilla de este
río y pueblo, una escena. Orillas del río Magdalena, en las afueras de San
Pablo, bajo un inmenso árbol en el patio trasero de una casa desabitada y a
medio construir. El patio colinda con el barranco cuyas erosionadas orillas
lame el río, el cual deja flotar en su oleaje de aguas oscuras diverso tipos de
desperdicio.
Son
las once de la mañana, y Sergio,
de bermudas y chanclas, con cachucha y camisa raída y desabotonada, cargando al
hombro una mochila y una atarraya, se ha sentado bajo el ramaje a tejer los
daños de una red de pesca: se ha reventado en varios sitios por haber
arrastrado un tronco en días pasados.
Sergio gusta hablar en extensos
soliloquios, con interlocutores reales o imaginados. Ahora, sentado bajo la
sombra, da vueltas a sus palabras tantas veces repetidas. No teniendo con quién
más, por el momento, se dirige a un viejo perro que le acompaña. El animalito,
llamado Canelo, fue rescatado por Sergio en alguna ocasión en la que viajó
con un pedido a una vereda a medio camino entre San Pablo y Barrancabermeja;
allí ya no encontró a nadie, le robaron la mercancía, y tan sólo pudo volver
con el animalito y -milagrosamente, pensaba- sin que le quitaran la vida ni el
motor. De esto, hacía ya tiempo. En el desplazamiento que él mismo sufrió,
finalmente perdió su motor y se dedicó, aquí en San Pablo, a sobrevivir y
malvivir.
A
lo lejos, sobre el horizonte del río, y bajo el sol quemante de la media mañana
que termina, pasa lenta una gran barcaza.
Sergio: (Sentándose sobre una
piedra, al pié del árbol. Acomoda entre sus piernas la malla, a un lado un
ovillo enredado de diversos pedazos de hilo, y un viejo radio de pilas, encendido
con música carrilera) A ver y ésta cómo está... (mirando con atención su malla de pesca)... umhh... la dejaron
bonita... vea, eso es por coger tronco, esos pelaos no la saben tirar, noo, yo
nunca me gustó la pesca, pero ni yo la echo así, no, eso no... (Mientras habla para sí, su perro, Canelo, se ha acercado con el lento paso
de su vejez y de las carreras que ha vivido, para echarse a un lado, mirándolo.
Sergio se percata de su presencia,
y se dirige a él, mostrándole la malla rotosa). Vea Canelo, eso que se la
dejé antier a Miguel, el hijo de Adela, que me preste la malla Sergio, que me
preste, yo le decía que la lanzara así y así, pero no, ese Miguel es novato y malgenioso, eso no. (Mirando la red entre sus manos). Ese es muy trabajador, pero
malgenioso, y esos caracterosos a veces dan hasta miedo, y ya uno pues qué va a responder...
Canelo: (Erizando su ralo
pelo, henchido de recuerdos) Claro que sí, Sergio, eso lo he visto yo. Como
no hay nada más que hacer, que si se van con los de aquí o con los de allá, que
jueputa,
me pagan un poco de plata...
Sergio: Eso no era así, Canelo. El problema no es ese, y yo diciendo
pa’ la discusión, nosotros los hijos somos nobles con nuestros padres, podemos
quedar calladitos y no le responderíamos, pero hoy un hijo ahora que le dice
esto y esto, pero el argumento que no,
que yo me hago pa’la guerrila o me meto para paraco y eso es con amenazas, y vea
hijo, pa’qué, se tira tu cabeza y meterte con eso y eso qué vas a hacer, es mal
allá, nunca está bien, nada como la libertad, estar al lado de tu papá, al lado
de tu mamá y tus hermanos, tienes tu libertad y a cambio tu vas a correr
riesgos allá, que no, me voy, me voy... Así es que dañan las cosas porque a
veces no es que sean compinches sino que, o sea, que el compinche le hace meter
mal camino al otro, al otro compañero. Eso no... (Sergio, dejando a un lado
la red, trata ahora de desenredar una madeja con trozos viejos de cordel,
escogiendo el pedazo que le ayudará a la reparación de la red) ¡Uy, eso
queda, más enredado qué...!, yo por ahí tenía un ahijado, se había salido de
todo pero ya estaba manchado ya, se había salido pero manchado, y cuando vino
este Muñoz, él esta muy relacionado con la gente del Hachazo, muy relacionado
con la gente pescadora, y él era trabajador y luego él dijo que yo me voy
pa’los paracos, porque yo esto lo veo muy fácil, ganándomela allá que esto yo
cogiendo esa motosierra, tumbando paleras, tumbando toda esa vaina, jueputa
porque yo aquí más el que me he hecho, y allá con uno, dos, tres que mate, él
nos hablaba, pero era una vaina así dizque todas las cosas eran así como a lo
macho, se metió, se entregó y listo, salió allá como, como, como de comandante,
tenía un grupo de cuarenta, cincuenta tipos que mejor dicho, armados hasta los
dientes, y venía así, y hacía lo que hacía y defendía, él defendía, y entonces
llegó, llegó él y habló con los muchachos, la juventud del Hachazo, ahí hay
unas vainas muy buenas pa’ trabajar, ahora hay que defender a la patria, hay
bueno hecho déle mucho, y ahí se ve el billete, no está usted trasnochándose,
no esta usted pescando allá o jodiendo, asoliándose a quienes no hacen na’
pues, ahí se ve el billete, aprenda porque si se meten al servicio pues también
van a coger, si se meten allá, pero acá es billete físico, hubieron tres que se
metieron, de los muchachos, ahí estuvo uno, el ahijado mío, jovencito, también
se metió con los paracos, jovencito de quince años ¡menos! enseguida se
metieron y bueno...y llegaba allá con pistola y toda la cosa. (Entre los trozos de cordel, encuentra Sergio un nudo particularmente difícil
de desatar. Se concentra, y vuelve su voz un lento murmullo) Eso no, yo
llegué y me encontré con él y le dije ven acá, usted como ahijado mío yo le
quiero decir algo por padrino, me respeta todas las cosas, pero usted ahí no va
goza’ nada, usted ahí va ha estar es humillado, ahí no ha de estar mejor dicho,
lo que no ha hecho su papá ni su mamá, tiene que estar usted, y lo que diga la
gente, como la libertad, ahí está amarrao, no padrino la realidad cuando yo vea
las cosas muy malas yo me salgo, me dijo, pero es la hora que debo
arrepentirme, no lo hagas más tarde, no te van a aceptar la salida y si la
aceptan vas a tener problema’ sin duda. (Canelo se muerde la pata, seguramente
picada por algún animalejo del monte) Resulta de que si, continuó, y luego
el hombre duró como unos tres meses, no duró nada.
Canelo: (Alzando la mirada)
Con esos amarres vienen cosas bravas, y hasta los hijos se vuelven
desconocidos. Mire, Sergio, antes que usté me recogiera yo vivía con una
abuelita, y eso cuando pasaba por ahí el personal ella como que no entendía, y
apenas les rogaba diciéndoles que nosotros también somos gente.
Sergio: (Sostiene entre sus
manos un hilo largo, desenredado de su madeja, para, por fin, empezar a
arreglar su red. Mira ahora a lo lejos la barcaza que, ya diminuta a la vista,
empieza a perderse por una curva del río). No duró nada. Eso no, tanto
amare, eso no. (Señalando con la mirada y
el mentón el punto donde se pierde la barcaza) ¿Si ve allá, Canelo? Allá
usté no conoció, allá en la parte de donde estábamos ubicados, era también una vereda que
le dicen El Hachazo, por eso es que aquí el barrio le dicen El Hachazo, eso en
directamente somos familia casi en general, que fueron ahí que producieron de
parte de una sola familia, proximadamente tenían como más de cincuenta años de
estar ahí, son
hartos los Mercados, todo es Mercado, pero yo no, soy López. El que vino fue mi
papá, él
se vino fue a conocer nuevamente con ellos como nuevizo, y ahí pues ahemos
tocado hacerlos relaciones como amigos, y ahí no soy familia de ellos, no,
somos amigos directamente. Ahí ya había gente antigua cuando yo estaba, mi papá
era que tenía allá en el Chorro de Badillo una temporada, y se vino a trabajar
aquí, enamorao de la señora aquí... (se
interrumpe brevemente, mientras acomoda el hilo en la gruesa aguja)... de avino aquí
dizque tuvo un desacuerdo con la señora, con la que vivía allá, se ausentó pa’
no peliar, decía, pa’ demostrar que no estaba de acuerdo con ella, porque es
que ella quería hacer del hombre, de mandar y todas esas cosas y atropellaba a
los pelados, que no gustaba el modo de ser de ella, y llegaba él y se la
montaba a él... (empezando a tejer), como que ella lo ahuyentó de la casa, y se
vino a buscar otra vida. A él como que le quedó el rencor, pero la dejó sin
reclamos, como Dios me quitó las malas intenciones con ella, malgeniosa era. A
mí no me tocó eso. Ya calmao estaba cuando yo estaba allá, carpaba
allí, metido
en el arco familiar de los señores del Hachazo. Ahí el argumento está en que uno
tenía cosa honesta, todo mundo no solo teníamo esa parte más bien cultivada de
maíz, de plátano, de yuca, todo lo que es pancoger, y eso... ¡por qué lo iba a
desinquietar estando de nosotros ahí en buen estado que estábamos no sufriendo
con el pescao, que siempre subienda estábamos todos a la orilla del río!. (Saluda Sergio, con un gesto leve de la mano,
a un hombre que pasa cerca de la orilla en su chalupa) Yo, honestamente,
era más pescador que agricultor. Yo tenían un motor fuera de borda, y eso de
allá la gente venía conmigo. Me portaban el pasaje y todas esas cosas, y traía
y ahí había, tenía una tienda ahí, o sea, una tienda comunitaria. Ellos venían
acá como a hacer las compras y yo hacía el viaje. Entonces más relación tenía
con toda la gente. De eso fue pa’ problema, pero ahí no, yo no pensaba en nada,
a mi me ven y me piden un favor, yo soy amigo de ellos y de todos, más que no
hay otro transporte, y quien los entiende a ellos ahí, pues yo no sé, pues yo le
pido el favor y no sé si es guerrilla o es paraco, no sé, yo de eso no conozco
nada, dije bueno confío en ustedes, yo no sabía nada y en todo caso que me dejaban
quieto. Nadie le debo, yo no conozco, yo hago el favor pues tenía el motor, y
como uno es gente yo no sé que enpiensan luego, me llamaban, que ¿cuál es el
conductor del motor, quién es el dueño? Y yo, yo, ese... Y yo ahí llegué, y
hasta me pusieron a llevar esa carta que tenía amenaza, y la llevé, yo pues no
sabía nada porque no me interesaba, no era mía pa’ yo cogerla y destaparla,
pero yo no conocí a nadie, no vi movimiento ni cosa nada, uno arranca con
buenas intenciones y después dicen que uno se reunían con ellos, esa vez me
hicieron la misma pregunta chimba “¿esos tipos que te entregaron la carta, tú
los conoces?”, entonces dije no, así mismo como la vez pasada no, no sé, a mi
me dan un listado pa’que traiga panela, café, todas esas cosas y lo compro y se
los traigo, pero nunca sé nada. Yo trabajaba con cinco personas, cambiábamos el
plátano, la yuca por pesca y ellos como todo el tiempo en la agricultura no
tenían tiempo de recoger sus pescados y nosotros hacíamos el cambio. Allá era más fácil criar un
marrano, criar una gallina, y traerla acá al pueblo comprar la panelita, y
regresar. Aquí eso es diferente. Vivir en el pueblo es muy duro. Allá con
mafufo y café lo embolataban a uno el hambre, pero aquí cómo le iba a embolatar.
(Sergio
deja un momento su red, y alcanza el radio, para sintonizar la emisora que
escucha. Canelo se acerca a olisquear
la red).
Canelo: (Pensando para sí)
¿Que no sabía, Sergio? Porque esos manes cuando dicen una cosa tienen que
cumplirla uno.
Sergio: (Con el radio sobre
las piernas. Ha sacado del bolsillo de su camisa un cigarrillo, que acaricia
entre sus manos) Eso fue pa’ problema. Yo no sabía nada, pero ahí lo
embolatan a uno, y empieza el sobresalto. Ahí en ese, pa’ ese tiempo, esa parte habían unos
grupos de guerrillas, yo no sabía qué era guerrilla. Yo sabía que era gente
humanos, como soy yo, pero no sabía. Llegaban ellos allí y pozeaban en esa
parte, y ellos vivían sufriendo porque pronto podía haber otra ley que lo
podían prevenir, y ellos serían culpables. Pero fue el mandao que les hice, no
sé, eso ya lo asustaban a uno, yo quería era irme pa’ otro lado, y yo qué hago
acá buscar la muerte, ¡qué me hace ese favor!, noo, ahí como encartados íbamos
quedando, uno nos decía, si ustedes nos colaboran a nosotros, porque nosotros
los hemos visitado a ustedes, y ellos con esa voz pues nos dio miedo. Eso me
tenía a mí que no sabía si comía bien o no comía bien... (Enciende el cigarrillo. Sosteniéndolo entre los labios, vuelve a tomar
su red). Ahí fue la vaina, que yo empiezo a tener presentimiento, que
parece que no es y uno con el cuerpo tiene que tener cuidado, mirar la piel,
uno no tiene precaución de que siente el cuerpo, yo sentí algo así, una de esas
cosas así. Uno de los compañeros me dijo, yo estoy cabreado con esa vaina, ya
él primeramente ya como cuando viene la epidemia viene una enfermedad que viene
subiendo poco a poco, él también tuvo que irse, eso si no sé si se fue por
ello, o porque cogió un poquitico de eso.
Aquí también ha tocao eso, a uno allí del pedepé, como que estuvo un poquito
así como que le tocaron fue el hombro, pero como él no está definitivamente
profundamente en la asociación, no... pero sí le tocaron un poco... (A lo lejos, se escuchan unas ráfagas de
fusil. Sergio, atento al igual que
Canelo, mira hacia el río) Eso está cerquita... Si, eso es
pura punto cincuenta... eso tiene que ser una guatacota... tiene que ser pa’
espantar los polvos esos... si... Si tira uno pa dentro... (Canelo,
el rabo entre las piernas, se arrima a Sergio)
Eso vivía yo... porque eso la pasaban... dando plomo aquí en esta... (Pasa, al otro extremo del río, una lancha
artillada del ejército). Eso es ejército... yo en realidad, en el tiempo
que estaba yo conocí la era un solo grupo, far, ele ene, no sabía nada. Ellos
como tenían alguna mosca por ahí que sabían por donde iban esta gente, cómo
iban a entrar, pues, y de pronto tenían la falla y podían sorprenderlo. Vea
Canelo, (dice, retomando su red), ellos
querían sacar un lote e’ marranos para venirlo traer a Canaletal que ahí estaba
todo el batallón para que ellos tenían el, mejor dicho, como no tenían comida.
Y yo fui. Yo fui, obligatoriamente, porque yo dije que no, y dijeron no, tienes
que ir. Entonces pues ya está sintiendo, cogí miedo, y yo dije bueno, y esta
maricada qué mano, yo nunca había escuchado maricadas aquí, y así estoy como
encartao será. Pero siempre me consolaba la gente, no, es que ellos vienen aquí
y ellos se van y entonces tiene que estar uno en estas maricadas y luego pues
lo dejan quieto. Y yo dije, pero ese plomeo que si viene a los remolcadores, a
mi me, me, me perjudica, porque cuando vienen un remoco tenemos que arrancar en
carrera a esconder, y luego la verdad, pues, lo vean de pu’el medio también que
enpiensan, la ley, de que nosotros también somos gente y nos dan también,
entonces, pues, no, de entonces me tiraban. Yo traje al marrano, cuando dicen,
a ver, yo llegué con el poco de marrano, el jefe estaba allá. Entonces me vio
el jefe, ajá, ¿usté es el fabuloso Sergio? Colé... yo me cogí una cosa de, de
los pies a la cabeza, no sé. Dijo, ¿cuánto te debemos ahí? Y yo, pues nada,
no... Bueno, no tenga miedo, le vamo a dar veinte mil pesos hombre contigo, eso
sí, ojo con gente, míranos acá a nosotros, nosotros somos de las far. De golpe
haiga gente por ahí apuntando que algo aquí que haigan visto, no digan nada, porque
nosotros tenemos unos enemigos que lo va a perseguir, pero esto lo tenemos que
enfrentar, no tenga miedo que nosotros cualquier cosa nosotros le hacemos el
frente de ustedes, yo sé que ustedes viven en esa isla. Con eso ya vino mucho
problema, que llegaban allá haciéndole, de que, como decíamos, que incluyeran,
que se metieran a la guerrilla, ellos hicieron una reunión que querían ir a
pasarle pa`alla, que, pasar por familia, todas esas cosas, que dígale a la
gente que nos colabore de que ya viene esta gente y vamos pa`allá y lo atienda,
lo hacemos trabajadores y todo, y ahí ya empezaron a quedar señalao, y ahí que
quebraron a uno, la guerrilla mandó autorizar matar un hermano de otro hermano,
después de que toda esa gente se vinieron pasó la cosa, después mataron al
papá, entonces ellos llegaron y se dieron cuenta, decir de si los que pasaron
se iban pa´ los paramilitares, y de ese ahí que otros dos hermanos se salieron
de la guerrilla y se metieron a los paracos, también eran guerrilleros pero eso
se volvió como un solo despelote, y eso se vengaron y se metieron a los
paracos. (Sergio
agarra la colilla de entre sus labios, ya medio apagada, y la tira al río. Un
pajarraco se acerca a la colilla flotante, y sin perder el vuelo, la picotea).
Allá ya la guerrilla
se encontraba con problemas con los buques que bajan de Barranca a
Barranquilla. Ponían trincheras, a hacer daño para que la gente sintiera miedo,
quería hundirlos. Ahí los perjudicados vinimos nosotros, ahí con todo eso, eso
se fue sacramentando, hasta cuando la fiesta de los santicos estaban ahí,
porque eran como amigos, entonces no, este problema es muy grave porque
ustedes, ya quitamos todo, todos sabemos todo, todos somos culpables por esto,
entonces como yo estoy aquí, me la paso aquí, yo también tenía que ser culpable
de lo que pasa, (vuelve a tomar el ovillo
y a desenredar otra hebra, para rehacer otro enmallado de la red) como mi
ahijado, me acordé de lo que le dije, llegan otros de ellos, todo el que coja
el arma ellos piensan que es el bravo entonces se sentían mejor dicho, se había
salido de todo pero ya estaba manchado ya, entonces pues ya la gente se
presionó y más no tanto en la presión, sino que hubo como fuerza humillativa
sobre el tema de los paramilitares, porque ya los paramilitares estaban acá, y
de la guerrilla. (Canelo se ha acercado a la orilla del río. Pega un cansado
ladrido a otra artillada que pasa, a lo lejos)
Canelo: (Pensando inútil su
ladrido) Yo conozco esos caminos. Mi vieja María los conoció. ¿Cuál es la
dirección que tiene eso? Es la muerte.
Sergio: (Como respondiendo al
pensamiento de Canelo, mirando
también la artillada que se pierde ya en la lejanía) Si... y ahí a dos
cosas, y siempre uno queda señalado, y siempre queda uno castigado, la persona
que piensa bien no se hace a la mano de una persona, una persona que yo digo
que son personas sanguinarias, que no ven que en realidad, matar no más por
matar. (Sopla la brisa. De alguna fogata
cercana, de quema de basura seguramente, llega en el viento algunos papeles
ennegrecidos que va cayendo al río) Mi ahijado ya cuando él se salió quedó
con pistola acá, él se quedó con otra idea, pero ellos mismos allá lo
denunciaron y lo llamaron y lo llevaron allá, ah y lo vinieron a buscar donde
la mamá en el Hachazo, le dijeron nosotros lo trajimos pa’ castigarlo, porque
en tal parte se puso a atracar a fulano y sutano, y la siguiente noche lo
mataron, lo rajaron por la barriga, y ellos decían que estaba ahí, estaba todo
degollado y las tripas por ahí, allá mismo en una playa por donde nació él,
allá encontraron al finado, muerto lo enterraron. También estaba ese otro
muchacho que tuvieron que sacarlo porque estaba desmentizado, esta flaquito,
él, mejor dicho de dos señoras que mató la familia le hecho algo como a sufrir,
y a cada rato le daba un meneito y se privaba, él era ese, no le recibieron los
pagos de una droga y quedó así, era un joven todavía de veintitres años ellos
creen que eso es Dios, que eso es el demonio, que eso es castigo de Dios, noo, eso
dijo la radio en otra parte, no. (Un
papel, de los quemados, le llega a Sergio
a la cara. Se lo quita con la mano, que queda untada de ceniza) Eso se fue
enredando, y unos señores me dicen, ¿Tú te la pasas pescando por allá en el
Hachazo?, que sí señor, me hace el favor de llevarle esta carta del presidente
de junta, y yo bueno, sin conocer a esos
señores, me preguntaban de quién dije que no, no lo conozco, entonces el hombre
fue descubriendo la carta, como a las cinco de la tarde estábamos en un receso
ahí, nosotros ahí y dijeron, ven Sergio, que eso es que me manda decir que
tenemos un plazo de tres días, ¿y esto que ha pasado aquí? ¿la verdad tú no
sabes?, Esa carta nos tiene con amenaza. Nosotros que somos cómplices de la
guerrilla, y tenemos que ponernos las pilas durante tres días que no estemos
aquí. Eso carta viene ahí, dirigidamente para aquí todos nosotros, lo que pasa
es que nosotros estamos en realidad medio encartados. Vino ahí el
presentimiento, a mí me dicen, todos estamos asustados porque viene esa carta con amenaza,
y si pasa algo tu será el culpable, pues si tampoco nosotros hemos hecho nada, digo
yo, no sé si porque cuando ellos llegan ahí no hacen reuniones sino que llegan,
va a tocar parar bolas nosotros porque es verdad lo que usted dice. Pronto vamos a tener problemas. Eso fue
después de la bombeada del buque, y pues Se iban pasando ya los tres días, y
¡pum!, mandan otra carta, resulta de que la gente se puso pilas, oiga,
¡ércole!, y me tocó a mí hablar aquí en la alcaldía de que estaba sucediendo el
problema y eso, ahí el desplazado se siente y la guerra también es así, a ser
todo un tiempo. Resulta de que quieren ayuda. Yo no tengo canoa grande pa’
transportar esa gente acá. ¿Cómo hago yo ahí? Ahí un concejal en San Pablo dijo
tranquilo, yo te voy a ayudar, un canal aproximadamente de dieciocho varas la
consigue, y yo arree familia, tres días arriando, lo que más, era más de
recoger ahí. Cuando iban bajando estaban las patrulleras, todo eso regao ahí, y
como veían bajar la canoa, nos llamaron, que pa’ dónde íbamos, nosotros vamos
pa’llí, y tú es el que está transportando esta familia, que sí, estamos
transportando, y que cómo es el cuento, no pues yo no sé nada de eso, y ya,
seguimos bregando, taba guatiando esto, ¡púchela gente pa’bajo!, porque ellos
estaban en el proceso del asunto del buque que habían roto allá está eso, y
embarcamos toda esa familia y llegamos a las seis de la tarde. (Con risa) ¡Hasta los santicos se
desplazaron, eso no volvieron a aparecer! Allá fue que llegamos allá a esa
parte. Eso era ahí un pantano ahí de mugre, y ahí se colocó ranchito y cosas.
Casi la alcaldía no la tuvo que ver nada de eso. Ahí se puso la gente con
cuidado, casi diecinueve familias ahí de un solo totazo.
Canelo: (Jugando ahora, entre
sus patas, con un cucarrón que ha salido de entre la maleza) Lástima. A mí
me hubiera gustado conocer esa vereda. Se siente uno amarrao estando aquí en el
pueblo.
Sergio: (Sacudiendo la jeta
del perro, para quitarle el animalejo) ¡Zute! ¡No coma eso! (Mirando el cucarrón mordisqueado, entre sus
manos) Ahí menos mal que vinieron la hermana de la presentación, y el
padre, ahí sentó y tuvieron ese charla, en confianza, pa’ visitar la vereda y accionar
de una manera, pidieron ayuda y pilas a ver qué podiamo recoger lo que hubo
botado más allá. Todo dejamos botado allá y lo que no tenían, no tenían
cambuche, nada, y hora la verdá estaba que llovía aquí en San Pablo, y luego
pues siga buscando la forma de que en realidad de que ayudando sobre el tema de
alimentación, pues, qué hacíamos conque nosotros estábamos en la parte de la
defensa civil, de la cruz roja o la red, nos’taban dando alimentación. Nosotros
queríamos que era que solucionar que solucionáramos la forma donde estábamos
viviendo. Porque cómo íbamos a estar bajo en unas carpas y hasta cuando... Pues
ahí ayudaron con unos recursos... La gente echó a comprar por ahí su guardamina
de zinc, y otros que para comprar su palma pa’hacer sus ranchitos, y así
tuvimos hacerlo, ajá, porque vivíamos en unos plásticos que vivíamos después
enfermos con los niños, que con la calor y todas esas cosas. Luego pues se
buscó la manera ellos de coordinar de que nosotros hiciéramos una asociación,
pero desplazada. A que todo mundo se puso las pilas, todo mundo se puso las
pilas y entonces se organizó... (Tira el
cucarrón. Canelo sigue su
trayectoria con la mirada, desilusionado. De nuevo, agarra el ovillo para
desenredar otro hilo) Pero eso no es fácil. Salir de la tierra es duro, y aquí hasta
la pisada hay que pagar, aquí los pelados no estudian. Allá donde estamos eso
es terreno invadido, no se sabe quién podrá ser dueño mañana, somos dueños del
techo, pero de la tierra no... (Tirando
un hilo del ovillo) este amarre está feo... Uno de los veteranos de allá,
de los propios, que tiene un poco de pelados que mejor dicho, él lloraba y le
pedía a Dios porqué razón el se sentía amarrado estando aquí en un pueblo, que
no tenia la fuerza para sostener a los niños, aquí no hay canoa si no es
alquilada. Tenía la carta, pero no le ayudó a habilitar, eso ahora todo mundo tiene
carta, y salen mucho que no son honestamente desplazados. ¿Cuándo se la paga?
¿Cuándo el gobierno se va a sentar con el desplazado, cuántos miles de pesos
perdieron y cuántos hijos perdieron en la batalla, en la guerra que hubo? Nunca
hace el gobierno. El gobierno le soluciona alguna cosa, y no ha podido, porque
no le da seguridad a nadie. Por eso es que estamos todavía, porque hay muchos
que estamos aquí y no nos sentimos bien. Porque aquí hay que pagar hasta la
pisada. Y si no tiene un trabajo fijo, ta´ como mejor dicho de, de... (Saca por fin el hilo. Deja a un lado el
ovillo, ensarta en la aguja, y retoma la red). O sea que la gente ya lo mismo, buscando
sus vías de acceso, pero es que en esa parte, estar uno en el campo es estar
uno en el campo es estar más favorable que estar en el pueblo. Aquí estar en el
pueblo es como tener su casa propia, tener su trabajo fijo, todas esas cosas,
pero no tiene nada, entonces ¿cómo va a pagar arriendo y servicios y todo?
Segunmente está la persona sobreviviendo mal porque está presentando, yo tengo
un sueldo bajito, me voy a ganá diez mil pesos, ¿cuánto hijos tengo y con qué
me va a servir mantener con diez mil pesos, con todo tan caro?... (A lo
lejos, por una esquina, bajando hacia el río y caminando por su orilla, aparecen
tres personas. Dos de ellas, con chalecos amarillos. El tercero, un habitante
de San pablo). A la hora de la verdá, del relacionarnos del pueblo,
porque la gente que está en el campo viven todo un poco como extraña, o sea no
saben como, digamos, por derecho no saben caminar, porque sí, el pelao nunca ha
estado en aquí ande hay carro, ande hay moto, seguro se pasa por el medio y no
sabe defenderse... (Las tres personas que
se habían asomado, se pierden por una callejuela). ¿A esos qué se le habrá
perdido? Yo lo he visto en algún lado, pero no me mienta la cabeza... Ese es
Carlos, los otros dos si no sé... Del eresejota, serán, esa es la ropa... ¿usté
los ha visto, no Canelo?
Canelo: (Que ha seguido con
su cansina mirada a los tres personajes). Esos estuvieron por allá en el
barrio. Por ahí les oí que allá habían unos santos de esos que uno les tiene fe.
Sergio: (Volviendo a su red)
Ah! ¿Sabe qué? Yo creo que esos estaban preguntando por los santicos. Badillo
me estuvo preguntando no sé qué día. Ese Badillo, el casado con Donelia. (Se rie) ¡Si para saber ahí la tiene! La
mamá de ella, esa es veterana de allá, ella si tiene el informe, ¿no ve que la
mamá, que era que el padrastro tenía las tablas? Eso hace mucho. Quién sabe
dónde se quedaron cuando tocó salir de allá, pero por ahí ahora decían que en
Monterrey estaban todavía... esa inquietú está bonita pa’ averiguar y hacer
solicitud. Pero vea, Canelo, pa’ eso se necesita recurso, si no, cómo. La fiesta era buena porque iba mucha gente,
porque los santos después de haber aparecido hacían milagros, y eran buenos
para hacerse milagros, lo que la gente le pedía pues eso le salía, y entonces
por eso la gente le agrupaba para la fiesta y hacían la fiesta importante. (Sergio
deja la red en el suelo, de nuevo. Se pone de pié, y saca otro cigarrillo. Se
acerca a la orilla, recibiendo en pleno el sol del ya mediodía. Advierte, desde
allí, el puerto de San Pablo, pleno de pasajeros que suben y bajan de las
chalupas) Ahí los veteranos contaban que a la mamá de esta señora, o la
abuela, no sé, eso hacían tabaco, y se fueron en apareciendo, apareciendo, los
tres, que primero eso fue no más el rostro, y ya luego palpables, estaban
palpables ya, yo cuando los veía, el uno que carga una varita, el otro...
¿sería San Martín?, el que estaba solo, era... se le veía la cara como un
padre, si...y la otra dicen que era la virgen de la... la concepción, me parece
que era... o La Original, la original, (se
ríe) ¡ah, yo no sé!, pero eso sí, que se le fueron viendo palpablemente los
rostros. Yo no ví, pero a mí si me decían mucho de una vez, hicieron una fiesta
allá, y había un muchacho que él no creía, él no creía en los santos,
haciéndole burla a los santos y a lo que fue a tirar volador, vino y se le
prendió la mano. Pues por si acaso uno no... (rie otra vez). Eso la fiesta era muy buena. Festejaban la de
los santos porque como le tenían mucha fe y eso pues le festejaban la fiesta
ahí y era la fiesta más importante, y eso es uno cuando le tiene fe, tamos en este palo,
por decir, nosotros tenemos fe de que estamos aquí bajo la sombra, porque si no
tuviera fe de que esto no iba a proteger seguro no hubiéramos salido de allá
cuando nos tocó porque todo el mundo dice, ah, eso le tiene fe a un palo, pues,
algo será lo que me está protegiendo, alguna cosa...(Sergio enciende su segundo cigarrillo,
sin hacer caso de Canelo, que ahora husmea entre sus pies) Bonito ahí
porque ahí mismo tenían cantinitas, y se organizaba la fiesta, a beber y... si,
pues emborracharse, cantar y ahí pasar, y eso gente de todo lado... ¡un sólo
sancocho eso, hasta guerrillos también eso! . Yo llevé varias veces equipos de
aquí, como allá no hay equipos grandes se llevaban equipos de aquí, y con motor
pa’ encenderlo, y si no había motor, pues mechón, y eso cando no era radio, yo
me acuerdo, yo vi danza de esa tambora, y trompeta... Ahí llegaba este señor...
¿cómo era?... Fermín, creo, como los tenía adentro guardados los sacaba, y
ponía el mantelito y ahí le hacían el altar, ellos les llevaban las velas
entonces la mujer de él, ella llegaba y se las ponía, si ellos les dejaban los
paquetes de velas y ella los componía donde estaban ellos, entonces ellos les
ponían las velas, fuera de noche o fuera de día ahí le ponían sus velas, y si
no era de fiesta igual ellos le componían ahí
su alumbrar en el sitio donde ellos los tenían metidos. Un cajoncito me
decía mi mamá. Y ya p’a la fiesta pues el que llegaba le ofrecía una manda, y el
otro también ayudaba, le aportaba y el otro también, todas las veredas por
ahí... entonces todos le aportaban, entonces ahí se reunían y le hacían la
fiesta. El uno traía ron, que la caja de ron, el otro traía el arroz y así
hacían la fiesta, arroz pa’ hacer comida, pa’ hacer la fiesta, la comida de la
fiesta el uno ponía gallina, el otro también y así... Sancocho... (risas) y como eso había una platanera grande, eso aquí era platanera
grande, eso había mucha gente, eso venían y habían tres cantinitas, entonces la
gente... cada uno iba a Wilches y traía, venía aquí a San Pablo y llevaba para allá y ya se formaba la
fiesta... hasta los pelaitos llegaban ahí, todos con los zapaticos, bien
pintaditos, y buen vallenato, (como
animado con los buenos recuerdos, agarra Sergio
bruscamente al chucho, alzándolo y sacudiéndolo entre sus manazas), ¡y eso
era pa’ serio! Si, los que les daba el milagro, si ellos venían, si ellos le
hacían la fiesta, ahí le hicieron una fiesta. Ahí unos habían llegados a
muerte, por un problema de tierras, pero ahí que uno le ofreció una caja de
velas, estaban era pa’ matarse de muerte (Canelo se debate entre los brazos de Sergio, desesperado), eso lo
resolvió, y también les presentaban niños. (Suelta
al perro, que se aleja, bufando. Hacia el puerto, Sergio alcanza a distinguir un sacerdote) Pues sí,
cuando iba padre se hacía misa, pero si no, pues se hacía el rezo, ahí una
señora que fuera más edad, entonces ella le rezaba, y venía la gente de otra
vereda... (Vuelve Sergio hacia la piedra debajo del árbol. Se sienta, y se
queda mirando las volutas del cigarrillo. Canelo,
algo alejado, lo mira con desconfianza) Y eso ya no... Ahorita no... Ya
todo el mundo se ha regado, y pues sí, uno las extraña porque como ya no esta
toda la gente allá, ya unos se han muerto, ya más bien unos de la parte de allá
que hacían se han muerto, otros ya se han salido y ya están por acá, y así...
otros están pa’ Wilches, otros se han ido pa’ Barranca, otros están, así en
Canta Gallo porque allá... eso antes tenía movimiento ahí... quién sabe dónde
quedaron. (Chupando de nuevo el
cigarrillo) El Badillo que dice que por ahí como que los localizó, pero ya
ahora no, no sé por allá por donde están, no sé si... Eso si se consiguiera
finanzas para hacerle la fiesta, más que todo necesita recursos, hasta de
pronto, que viniera el tiempo de ellos, de hacerles la fiesta, se le hacía su
fiesta y se les componía... se le hacía su sitio para que ellos estuvieran
allí, el día de la velación de ellos, el día que era de ellos se le hacía su
fiesta, pero eso ya la gente se partió, ya unos cogieron por allá, otros
cogieron por allá y así, ya se despatrió eso, y si no se va a tener recursos
pa’ la fiesta, qué se hace con traerlos... (Tira
la colilla, ya consumida, a Canelo,
que se acerca. Este la huele con desagrado, mientras Sergio vuelve a su red) Eso ya prácticamente, la
juventud casi no da reporte de eso, y los veteranos, si uno le pregunta ellos si le
dan reporte de eso, pero casi como la mayoría casi no le interesa. Además,
quién sabe si eso luego se pueda reportar, si aparecieron los santos, pues ya
luego cuando tocó la corrida de allá, ¡esos vergajos tuvieron que desplazarse! (risas). ¡Quién se iba a acordar de la
tabla! Esa es la cosa... ellos que tuvieron... que dejó la tabla... Ese es un
caso (risas). Pero ya. Y como que por
ahí la veterana, la señora, esa la dueña, como que se metió a religión, y no se
interesó, ¡yo no sé! (Serio) Pero sí
es lástima, Canelo. Eso lo extraña uno, y sí nos ayudó mucho cuando salimos...
Canelo: (De nuevo, cerca a su
dueño) Si ,claro. Yo se lo oí decir a usté una vez: Dios tenía que buscar
la manera como cuidar a sus hijitos...
Sergio: (Empezando a recoger
y doblar su red, aún sin terminar de repararla del todo)... Y eso fue mucho
embolate eso pa’ la salida, pero eso no fue causa de Dios, no. Eso es como acá,
que Después de Dios, uno tiene que pedir trabajo, no esperar que del cielo
caiga, ni esperar todos los días un mercado... Pedir a dios que le ayude en el
trabajo que tenga, y pa’elante. Porque así uno quieto no le llega comida, yo
allá iba a la fiesta y todo, y aquí también me ha tocao aprender,
relacionarme, no dejar abandonar esto, como esto (mostrándole la red a Canelo)
que uno coge y tiene que ir a mirar a ver cómo hace, a mí me tocó así ir a la
iglesia a ver que ayudaran, eso es ir allá sin miedo a los santos, los santos
no cogen a ninguno, y si bueno ahí que ellos no presionan, porque salen a veces
estos que son pentecostas, pente... eso, o los del evangelio, pero eso, que si
esto, que si mira, que si reza, eso no, si se va allá, Dios sigue siendo la misma cosa, yo, para mí,
todos somos hombres, y ya. (Doblada la
red, recoge ahora los hilos sueltos sueltos que alrededor tiene, ovillándolos
de nuevo). Pero sí ha cambiado como la costumbre, yo si veo que casi la
mayoría la gente va perdiendo ya lo que es la iglesia, eso aquí celebran una
fiesta de toros, corren, y vea, si aquí hay una misa buena que viene, primero
va a la fiesta de toro que ir a la iglesia. Hay una banda de música, vea, que
van a celebrar lo de aquí de la celebración santo patronales de San Pablo, un,
corremos pa’ la fiesta allá, pa’cá. Entonces ahora la cosa es van cambiando,
entonces va dejando es la iglesia, y yo no sé, si uno anda católico pa qué se
cambia, si el Dios es el mismo, no, si uno nació uno murió, (mientras guarda el ovillo y la aguja en su
mochila) porque ahí se hace sacramento, y si estuvo pues se conserva, si, ahí
el argumento está en que nos ayudó primeramente como sacramento y respetándonos, ya lo
decíamos por ahí, compadre, compadre, porque si no tuviera fe de que esto no
iba a proteger seguro no hubiéramos salido de allá, eso fue de fe en Dios y
esas cosas pues me tiene que dar una fe, como decir y que uno está un poco mal y
el amigo me reflexiona lo que estoy pensando mal, y ahí si he tenido errores,
pues he pedido perdón. (Se echa la
atarraya al hombro, y llama) ¡A ver, Canelo! ¡Vamos ya! Esa historia mía...
no me acuerdo cómo se llama esa música, pero me la leyeron una vez, ta’ como en
una Biblia, eso como que comparte algo de que hubo allá un proceso de un, como
un derrumbe, y en la parte que también... (empieza
a caminar, internándose por una callejuela, la cabeza gacha mientras murmura
para sí mismo) yo alcancé, yo a escucharlo de esa manera, ya en la parte
donde iban eso ya era tierra ajena, y ellos por obligatoriamente tenían que ir
a eso, porque era un compromiso, se comprometían era a hacerse el deber de la
ir a morir ahí por el que tenía que salvarse ahí en esa parte... entonces ahí
nace por el desplazamiento, porque estaban en una tierra propia allá, la
abandonaron para venirse a una tierra ajena acá... o sea de que ellos tienen
esa método ahí... porque si no tuviera fe de que esto no iba a proteger seguro
no hubiéramos salido de allá... Quién
sabe... Yo que tengo más de cincuentayuno años, cuánto será que me queda... (sonríe), nooo, es que a veces no es la vejez que mata,
sino que a veces la muerte viene entre joven, niño, de todo, pues... si allá al
Papa ya lo calzaron pues ya el Dios, ¡pucha!, todas esas cosas, y la muerte de
uno... Ojalá todas fueran así, pues, no que muera uno en manos del otro, aunque
uno piensa esperar lo que uno le llega, porque nuestro Señor dice te necesito,
este es el tiempo... Si te dice que necesita largo tiempo, bueno, pues ya se
pasa de cien años...
Sergio camina, hablando y gesticulando para sí mismo,
mientras Canelo le sigue,
olfateando las esquinas. El sol, vertical, hace hervir a San Pablo, y los
transeúntes se apresuran a las casas donde almorzarán y reposarán. La gente que
lo ve pasar no le hace caso, sea porque ya lo conocen y están acostumbrados a
su rareza, sea porque es demasiada gente con sus duras historias como para
fijarse en ellas. Canelo, gozque
envejecido y flaco como tantos, tampoco llama la atención.
Los ruidos del pueblo, y sus pensamientos, se van
apagando al sopor del mediodía. De cielo, va creciendo un helicóptero militar,
y con el, se
[Cierra el Telón].
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