La entrada fue
creada en un antiguo blog, hoy extinto, de geocities. Dos fechas en ella: Marzo
27 de 2007, y Julio 30 de 2001. El motivo: cumpleaños, secuestro en Colombia, y
Peter Pan.
(1) Marzo
27/2007.
Ayer cumplí 37
años. Es un nuevo desembarco y, en cada desembarco, algo se va quedando
definitivamente atrás. De esto me acordé en vísperas de mi cumpleaños cuando,
por fin después de una larga espera, tomé en mis manos aquel viejo libro de
J.M. Barrie, Peter Pan,
aquella buena literatura que no se edulcoloraba para infantes desabridos.
“También nosotros hemos estado allí: aún
podemos oír el ruido del oleaje, aunque ya no desembarcaremos jamás”, escribe,
refiriéndose a la tierra del Nunca Jamás. Hermosa metáfora, cargada también de
todas nuestras profundas taras culturales. La tierra de Peter Pan es una tierra
masculina, posiblemente de la infancia inglesa, donde la pequeña Wendy es una
damita educada que se anima a visitar la isla en cuanto Peter le vislumbra las
labores caseras que toda damita se desvive por hacer.
Es cierto: allí
no desembarcaremos más. Y al ruido del oleaje le añadimos (posiblemente sea
inevitable) todos los perjuicios de este mundo masculino, adulto, de tal que la
ensoñación se convierte, las más veces, en apenas una mera proyección de
nuestro orden y pulcritud.
Posiblemente la historia de Wendy y de Peter sea
otra, menos pulcra, más salvaje. Eso sólo lo sabré a medida que avancen las
páginas. Recién, hasta el momento, los muchachos han salido por la ventana,
rumbo a su aventura.
(2) Julio
30/2007.
Por estos días, las FARC anunció la muerte
–en medio del fuego cruzado con una fuerza no identificada– de 11 de sus
secuestrados, ex-diputados del Valle del Cauca. El Gobierno se apresuró a
responder, asegurando no tener nada qué ver con el hecho y culpabilizando de
todo a las FARC. Se trata, creo yo, de un juego de mentiras cruzadas, donde el hecho de lo que pasó –de lo que nunca se
sabrá– se quiere dibujar a interés de cada orilla, para esconder, o mejor,
ideologizar, el contenido a partir de lo que pasó: ambas
fuerzas, defendiendo una institucionalidad que desea quebrar a la otra: los
cuerpos vivos en un pasado reciente, y ahora muertos, son tan sólo la excusa
para dicha institucionalidad.
Por supuesto, Peter Pan nació mucho antes
que estos problemas tan particulares de mi patria, y aún muy lejos, pero si
admitimos, con Barrie, que de “esas mágicas tierras... aún podemos oír el ruido
del oleaje”, y que Peter sigue visitando de cuando en cuando las nietas de
Wendy y las nietas de su nieta, para la limpieza de primavera, podríamos decir
que este mundo arranca de las raíces del Mundo del Nunca Jamás.
Toda la obsesión y la afirmación de Peter
Pan es una madre. La madre
que les cuenta cuentos, que los acuesta, que les enseña las buenas maneras y
las palabras y los comportamientos correctos. Que tiende las camas y arregla
las habitaciones, que teje las ropas desgastadas de sus hijos, y que no tiene
esposo o compañero. Peter Pan anhelará una madre, pero no un padre: no lo
necesita. Lo que necesita es una madre, y sobre todo, una madre que sirva a los
varones.
Esta madre se enfrenta a una serie de
chiquillos que, como bien describe Barrie en su última línea, son una pandilla
de “alegres, inocentes e insensibles”. Chillan y gimen con la misma facilidad
que ríen y golosean, sin ningún pasado ni futuro. La única, en todo este
espectáculo, que no corresponde, es Wendy, tan chiquilla como los demás, pero
mujer. Por supuesto, la alegría
de la tierra del Nunca Jamás está atravesada por piratas, indios, hadas y
sirenas celotípicas e histéricas, y un cocodrilo hambriento, que siguen las
huellas de sus enemigos en constantes vueltas por la isla, siempre al acecho.
El cuadro en conjunto ofrece una
infancia, pero sobre todo, una infancia atravesada inevitablemente por las
brumas del mundo que vendrá, y por las brumas del mundo que fue ya en su
decrepitud. Es esta la institucionalidad que atraviesa y forja a la madre Wendy
y a sus pequeños hijos, y la que los preparó, ya desde aquella Isla, para
asumir su papel, unos y otros, de secuestrados, secuestradores y rescatadores
(?).
Un lugar donde jamás desembarcaremos. Pero ahí,
presente, atroz.
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