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Mostrando entradas de septiembre, 2014

The Power of Parable, de John Dominic Crossan - Reseña Personal (1)

Publico esta reseña personal, o apunte-reseña, en dos partes. Esta, la primera, y la segunda y final, el próximo viernes... TRADUTTORE, TRADITORE: Apunte-reseña (1) John Dominic Crossan. The power of parable. How fiction by Jesus became fiction about Jesus . New York: HarperCollins Publisher, 2012. ( El poder de la parábola: Cómo la ficción de Jesús se hizo ficción sobre Jesús . Madrid: Editorial PPC, 2014. Traducción de Federico Pastor Ramos). Para empezar, una advertencia. Lo que escribo no es habitual para una publicación académica: ofrecer una reseña entrelazando, de manera indebida, la experiencia personal. En un primer nivel, el lector encontrará, en lo fundamental, ciertos relatos de índole personal, y tras ellos , la reseña académica propiamente hablando (por cierto, y para el caso de la obra de John Dominic Crossan: si quisiera el lector encontrar el relato de índole personal tras su obra académica y de divulgación, le aconsejo la lectura de A Long Way from Ti

Razones

Porque cada pájaro estaba embozado bajo un violento azul, intolerable para mis ojos criados en sótanos. Porque allí encontré, en los primeros años, los eternos manuscritos que machacaban, como si fueran fruta exquisita, a los imbéciles y sus minutos. Porque fueron sus expectoraciones las que arrojaron contra los cristales pedazos de pleura para saludar a los viandantes, decorando con alcantarillas las escaleras que subían a sus escritorios. Porque en los pezones de cada uno colgaron llaves de cárceles con sonajeros embadurnados de la roja leche de las salamandras. Porque tras su huella cayó un fuego, que se extinguió en la carpeta del burócrata. Porque empozó el maíz en el nudo de algún abismo, que ni siquiera tuvo el privilegio de ser el último. Porque aún así alargó la sombra, con necedad y paso cojitranco, como mendigando las merecidas miserias. Porque picoteó, de la sequía a la ceguera, atrayendo la atención de la indiferente estrella. Porque alzó orgullosa sus intestinos, atizand

En tanto

En cualquier lugar del planeta, en cualquiera de sus grandes ciudades, y, para ser más preciso, en cualquiera de sus múltiples esquinas, alguien se encuentra presto a cruzar la calle, una vez el indicativo del tráfico así lo indique. Dentro de un minuto, todo lo imaginable podrá pasar en su vida, de la que ahora es el brotar de una madeja. Cada gesto, cada paso, cada circunstancia, tanto propia como ajena, estará preñada de posibilidades o imposibilidades, hasta que al fin, en un tiempo del que nada sabemos pero que aparecerá en el momento menos esperado, los hilos de la madeja se disolverán. Termina el suspenso. Termina el minuto concedido. Termina la pausa. Diez segundos antes, ese alguien ve fugazmente su rostro reflejado en un automóvil que pasa cerca de su acera: el semblante está vacío.

De la antípoda

Sé que mi vida es mediocre, por completo. Mi vida es, y ha sido desde mi infancia, la implantada rutina, buscando evitar las inquietudes de lo inesperado, o de la aventura. Mi profesión es un ir y venir predispuesto, que me permite cumplir, pulcro, horarios fijos con sus responsabilidades, y redactar informes precisos. Mi vida afectiva es perfecta: nunca lo he hablado con mi pareja, pero desde los primeros años construimos pactos silenciosos donde, de puertas para adentro, los comentarios fáciles y las labores distribuidas nos permiten, por lo normal, ni amarnos en exceso ni despreciarnos con desespero, como si cada uno fuera un gato del otro. Lo mío no es resignación ni apatía. Algunas personas que alguna vez fueron cercanas –por eso me alejé de ellas: su amistad era excesiva e invitaba a la discordancia– así me lo señalaron. No les di la razón, aunque en aquel momento sin saber por qué. Con todo mi vida, perfectamente apagada, a no ser por el murmullo que inevitable deja cualqui