En
cualquier lugar del planeta, en cualquiera de sus grandes ciudades, y, para ser
más preciso, en cualquiera de sus múltiples esquinas, alguien se encuentra presto
a cruzar la calle, una vez el indicativo del tráfico así lo indique.
Dentro
de un minuto, todo lo imaginable podrá pasar en su vida, de la que ahora es el brotar de una madeja. Cada gesto, cada paso, cada circunstancia, tanto
propia como ajena, estará preñada de posibilidades o imposibilidades, hasta que
al fin, en un tiempo del que nada sabemos pero que aparecerá en el momento
menos esperado, los hilos de la madeja se disolverán.
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