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Mostrando entradas de noviembre, 2013

Atalanta

Ayer me mordió de nuevo. Como nunca antes conservé la serenidad, pues justo en ese momento me llegó una completa certeza: se trataba de un comportamiento que había sobrepuesto a lo esporádico y caprichoso en sus frecuencias una regularidad medible, verificable. El proceso, en la actualidad, comienza hacia el jueves o viernes, cuando los síntomas hacen su discreta aparición. La pupila se dilate o contrae sin relación alguna con las condiciones lumínicas del momento. La amabilidad que traía desde el comienzo de la semana emana una especie de hálito de ciervo en alerta. Las maderas de la casa empiezan a sufrir contenidos rasguños, disimulados entre el estropicio de los ruidos de la ciudad. En la calmada respiración, como un frustrado ronroneo, apenas perceptible. Todo culmina el sábado en la noche, a más tardar el domingo en tempranas horas. La víctima (esto lo digo desde mi juicioso ejercicio de auto-observación) respira una honda calma, una gran confianza, de manera que el ataq

De Cuervos y Ángeles

Detrás del ángel, un cuervo. Todo lo que quedó fue un doloroso deseo. Quién de ellas, en su llanto que congestiona la mirada, no hubiera preferido verter lágrimas sobre la tierra familiar al pie del osario merecido, en vez de confundirlas con el lamento frente a la indiferente tropa mientras los cuervos se disputan los restos. Quién de ellos, en su contenida mirada de furia, no hubiera preferido mesarse las barbas en el círculo del patio familiar a la luz de los candiles, en vez de dejarlas agitar al viento vacío del desierto mientras aprietan los puños inútiles bajo las raídas mantas. Detrás del cuervo, un ángel. Inevitable que la noria de los oficios cotidianos oficiara de oferente, con sus discretos tañidos, al día siguiente, al mes siguiente, al año siguiente. En tanto, a quienes les fue arrancado el corazón, siguieron latiendo. Las mujeres tejieron sus trenos en voz baja, y los que curtían sus pies por los caminos polvorosos recogieron aquellos hilos frágiles para dejarlos

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Título: lo pone esta mano. Se cita la fuente del texto reproducido. Pausa: Mientras tiembla la piel bajo las ásperas camisas en el patio nocturno mojado por la huelga toda la ferocidad del mundo se detiene con un cigarrillo y el amor es un ave perdida en el mar sobreviviente de la tormenta del recuerdo. Fuente : Roque Dalton, “El pasa por una fábrica”, en: Los testimonios . UCA Editores: San Salvador 1996. p.103. Presencia: ojos de profunda miel de miel oscura lámpara la de tu carne para las heladas del mundo Fuente : Roque Dalton, “Asela”, en: Los testimonios . UCA Editores, San Salvador 1996, p.116. Seducción: …hechizó a ese hombre que la quiso entre todos que hizo posible un día el florecimiento de su vientre poniéndole abejas furiosas en el cerebro que dejaron la tenue tela de su razón agujereada como una red de mar Fuente : Roque Dalton, “La Siguanaba”, en: Los testimonios . UCA Editores: Sal Salvador 1996, p.94

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El título es mío. Se indica la fuente de la cita. Disposición: Asesinar un tigre no es en verdad un problema difícil, siempre y cuando tenga uno el ojo tenaz y la tiniebla del remordimiento dispuesta para el asalto. Fuente : Roque Dalton, “Profesión de fe”, en: Los testimonios . UCA Editores, Sal Salvador 1996, p.74. Génesis: Claro que es así, cipote. Mi Dios creó al hombre según su imagen y a su semejanza. Pero lo creó en un sábado, tronando de borrachera omnipotente y cuando su imagen tenía ya un criterio excesivo. De ahí que nosotros mostremos lágrimas, vísceras para el odio e itinerarios distintos para la sed y el amor. Lo cual anonada, cipote, anonada. Fuente : Roque Dalton, “Primera lección”, en: Los Testimonios. UCA Editores: San Salvador 1996, p.67. Nocturna: Por eso me desvelo como las semillas para decir que es amable cierto y bello insondablemente bello caer quedarse renacer en la noche lavar las manos en la noche metérsela bajo la piel

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Indico la fuente. El título es cosecha mía. Brisa nocturna: Todo recogiendo su aroma para mi corazón todo pronunciando tu nombre para mi corazón en esta noche de otro mundo. Fuente : Roque Dalton, “Navegación en el rio Lempa”, en: Los testimonios . UCA Editores: Sal Salvador 1996, p.89. Deferencia: Cuando causa la muerte, siempre deja en el lugar tocado por sus pies de niebla, una flor hermosísima. Como si pagara una deuda a nuestro mundo por el cadáver con que lo acrecienta. Fuente : Roque Dalton, “El Justo Juez de la Noche”, en: Los Testimonios . UCA Editores: San Salvador 1996, p.83. Desprecio: Me habéis encarcelado aún más con vuestros ojos iracundos muriéndose de frío mi corazón bajo el torrente del odio. Fuente : Roque Dalton, El turno del ofendido . UCA Editores. Sal Salvador, 2000, p.10.