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Palabras de María

Original de 2004. Otro ejercicio etnográfico, basado en visitas y entrevistas con pobladores del Magdalena Medio -Sur de Bolívar- entre el año 2003 y 2004.


PALABRAS DE MARÍA
[Se abre el telón]
La escena se desarrolla en una muy humilde casa, de tablas y bahareque y piso de tierra, desde donde se alcanza a divisar el Río Magdalena.
En el interior de la casa, dos taburetes, una cama metálica, tres cajas de madera que guardan una poquita ropa, algunos cuadernos, fotos viejas, tres revistas (una Cosmopolitan, una Selecciones del Reader Digest, y una de TVCable), una biblia y chucherías varias; dos morrales cuelgan de sendos clavos herrumbosos; en un costado, adentro, una repisa de madera sobre la que descansa, enmarcado, un retrato avejentado de la Virgen del Carmen, con sus esquinas quemadas y el vidrio rajado; le rodea algunas flores silvestres, una estampita de San Martín de Loba y otra de la Virgen de la Original, y un velón rojo, ya consumido a la mitad; detrás del retrato, unas recetas médicas, una foto de los hijos de María y dos de sus esposos, una carta de la Red de Solidaridad y algunos recortes de prensa. Sobre una tabla ancha apoyada en dos redondas piedras, se encuentran algunas ollas y olletas tiznadas, una bolsa de arroz, dos panelas y un esmirriado racimo de plátano.
Los personajes: MARÍA, mujer desplazada muchas veces, viuda dos, anciana ya, loca y desahuciada (en algún momento pensará que la Virgen le habla), cuya memoria mezcla pasado y presente, cuyos hijos le han abandonado, sobreviviendo en la vereda Nomeacuerdo, cerca del río Magdalena, entre Barrancabermeja y San Pablo. Le acompañan algunos animales, entre ellos el perro CANELO, que por argucias de la ficción y de la locura de su dueña, habla con ella (en perruno lenguaje, que María no entiende, por supuesto). Tan viejo como su dueña, Canelo sin embargo gozó de buena fortuna y educación: de cachorro tuvo dos dueños, defensores de derechos humanos; en su madurez, perteneció a un académico y un sacerdote, hasta que fue regalado –cuando su vejez empezó a hacer mella en su status de buena mascota- a un campesino, el segundo esposo de María.
En la parte exterior, al lado de la puerta trasera tres piedras grandes tiznadas a cuyo centro el carbón vegetal aún humea. Al frente, por la entrada “principal”, se encuentra MARIA, sentada sobre una gran piedra y recostada su espalda contra la casa, mientras va tomando a sorbos con sus manos temblorosas una aguapanela en una pequeña y abollada olleta, mirando con ojos vidriosos el cercano Magdalena. A sus pies, su viejo perro preferido, CANELO, mientras Quitedeí y Rabipelao, los otros dos chuchos, husmean nerviosos en el monte cercano. Algunas gallinas y pollos completan el idílico cuadro.
Son las tres de la tarde de un día de octubre. Muy a lo lejos, como en eco y entremezclados con la algarabía de los pájaros, se alcanzan a oir tiros y explosiones.

MARIA: Como que ya empezaron las fiestas, mijo Canelo. Lástima que Artemio no pueda ir, porque lo rico es ir en compañía. ¿Serán las fiestas de la Virgen?
CANELO (suspirando): Eso María. Por ahí me decían que hay que pensar despacio pa’ no entusiasmarse, pero usté como que no… siga pensando en fiestas…
MARIA: Ojalá que la hayan decorado y puesto bien bonita, que a la blanquita es bueno lucirla y pintarla pa’ sacarla a pasiar por el río, que linda es toda ella blanquita, lavadita... (se ríe) ¡Ay, Canelo, que esta memoria mía! ¡Si al Artemio me lo mataron la vez pasada! Tres veces había tenido que salir volando, la última conmigo, pero la cuarta ¡pum!, lo pelaron, y sola ahora, usté y yo solos Canelo... (le acaricia el hocico). Mi Virgencita lo tenga en su gloria, que gracias a Dios fue mucho lo que nos favoreció...
CANELO (moviendo el rabo y alzando las orejas): Pero María, usté si es que saca aliento de donde no hay. Que yo sepa, hartos trabajos pasaban ustedes de sol a sol en esta tierra, y todo para que los sacaran corriendo con los calzones en la mano.
MARIA (abriendo los ojos) Pero no me mire así bestia feroz que es verdá... Usté que no sabe la historia... Mire que muchas veces nos sacó de unas que ni le cuento. Además, cuando uno le cumple, ella es muy cumplida y milagrosa. Mire que una vez en qué andaba pensando Andrés, ¿o era Artemio?, ¡Ay mijo, que ya no sé!, y no le digo que dejó esa canoa ahí en la orilla sin amarrar, y que se la lleva la corriente y si no es por la Virgen se pierde, que ahí estuvo montada pa’ que nadie la tocara, y la vieron, sí, la vieron toda como una estrella, que así estuvo ella cuando iluminó a la señora Rosalba, la profe... Usté no la conoció Canelo, ¡ay, pero qué mujer tan correcta!. Eso fue allá en Barranca, en el primer alberge, pero vea profe, me da tanta vergüenza pedirle pero la necesidad profe (MARIA ha cerrado los ojos, y suspira, apretando el perol entre sus manos)... tengo tan enfermo al muchacho y aquí que plata por un plátano, por una yuca, no no, y yo y Andrés con manos y esta es mucha vergüenza y mucha locura, pero sería de Dios profe, si nos habían dicho esos de la iglesia que andar a raspar era como pecado, pero Canelo, con la plata algo se consigue, ¿o no?, además al Guillermo ya le íbamos a hacer la primera comunión y teníamos algo para el estrene como corresponde, pero nada, se fue todo eso cuando nos sacaron corriendo, ¡ay!, y esa zumbadera, ¡pam! ¡pam! ¡pam! ¡aquí y allá! ¡y zumbe esos pajarracos soltando sus petardos! ¡Je! No se me asuste, Canelo, que mi Dios sí nos sacó de ahí, y fue Rosalba como enviada de la Virgen cuando nos regaló la plata de la droga... ¡Ah, y cómo se afanaba Andrés con ese carta de la Red que de ahí salía la droga, pero qué, si no es por Rosalba se nos muere el muchacho y eso fue mucho milagro de la virgencita...
CANELO: Mmm… milagro… eso es gente que le hace, María, y arriesgando pellejo también, ¿o es que no los recuerda?
Rabipelao se acerca meneando el rabo; MARIA se agacha, recoge una piedra y se la tira, ahuyentándolo.
MARIA: ¡Zute de ahí, que usté es un desagradecido! (CANELO observa, alerta) Es que ese es todo interesado, mijo Canelo, y desagradecido que más de una vez me ha gruñido después de la comida… ¡Quejetas! (En tono perentorio) Cuando uno cumple, pues hay que cumplir, sí, vea yo como dos años sin quedar embarazada, y de pronto que llega y un aborto y ese médico que me dice que nada, que ya no más, y con ese guayabo Artemio y yo. Ahí fue que le tejí una mantica a la Virgen, y todos los días les ponía las flores y le prendía una vela. Todos los días. Y el vaso de agua todos los días que le ponía todas las mañanas esa agua me la tomaba, y le pedía que me concediera si quiera otro hijo, aunque fuera uno solo. Sí,  Canelo, que cuatro meses de haber tenido el aborto y otra vez embarazada, y con Guillermo ya completé los dos, aunque a la grande nunca la bauticé, yo no sé por qué, siempre planeamos bautizarla: que vamos a bautizarla en diciembre, y sin plata para el estrene, que vamos a bautizarla en julio, y los padrinos que se separan, que tal fecha y no tenía con qué pagar el bautismo, y yo no sé. Hasta que un día dije yo: ¡ah! esta pelada va a ser evangélica porque no quiere que uno la bautice. Siempre pasa algo con los padrinos. No la pude bautizar. (Resignada) Pero será de Dios… De todos modos vea que a Mariela me la llevaron a Bucaramanga con la tía, y yo creo que allá está mejor, y eso es que la Virgen no defrauda. Y mire que eso está probado, aunque muchas veces digan que no, porque uno no sabe si anda en sus asuntos o no, pero ahí está pendiente siempre, y bueno, cada uno tendrá su creencia… Tome canelo, tome aguapanelita pa’ que se aliente… (le alcanza al perro la bebida, que éste lame de su mano)… ¡Bendito! Usté como que se arrima al mejor palo…
CANELO: De pronto sí, María, pero de todos modos mire que yo le tengo cariño. Y de todos modos, ¿no es lo que hacemos todos un poco? Si acaso usté es palo pa’ mi, pero ahora tan vieja y loca, ¿pa’ quién más? Ni hace nada, ni anda en grupos, ni nada. Usté y yo solos en medio de este monte, hablando dizque conmigo…

MARIA se ha levantado y, con paso tembloroso, va cruzando la habitación hasta llegar a la puerta trasera.
MARIA (murmurando): ¿Dónde estarán los muchachos? Benditos, se han ido todos, y como que con esa plomacera arriba ya no queda nadie… y bueno, hay que salvar la camisa, pero qué guayabo dejar la tierra… pero yo ya no, mijo, que con esta viejera…

Se apoya en el marco de la puerta de atrás. Unos pájaros alborotan el cielo, y ladran los perros. CANELO se acerca y se sienta a su lado. Muy a lo lejos, algunos humos espesos suben.
MARIA: Ayer pasaron los últimos, creo. Y que me fuera con ellos, y no, no, Canelo, ahí pa’ que pasen trabajos conmigo, no. Bueno, a Dios gracias que Artemio y Andrés mi Dios los tiene en su gloria, y Guillermo y Mariela andan lejos. Y si esos totes fueran fiestas, ¡de seguro que yo me iba con ellos! Tanto que nos ampara, y tan buena esas fiestas como se hacían antes, con toda la andadura que se le hacía y eche voladores, que es mucha la alegría que se le hace a ella, tan bonita. A mí me tocó enmaquillarla, y ahí levantamos pa’ ponerle el vidrio. Eso fue… eso fue… antes de la última vez que nos sacaron, que fue ahí que Artemio me lo trajo a usted, todo flaquito el Canelo. (Alza el brazo, hacia los humos, señalando) Mire, mire, que ya empezó la velación. Yo voy a llevar unas gallinas pa’l sancocho, y mi compadre prometió trago, a ver si esta parranda sí se pone buena. ¡Ay, cómo bailan esas muchachas, y todas luciditas ellas, pero aquí yo también traigo mi estrene, y Artemio lo elegante que se ve con los zapatos! Y bueno, a alegrarnos con ella, Canelo, y rogar que nadie se ponga pesado y que no se alborote la zancudera, y bonito ahí que uno se encuentra con tanta gente y el baile (MARIA, mientras habla, ha entrado al cuarto y revuelve cosas, en un lado y otro. CANELO la sigue olfateando, mientras habla a las palabras de MARIA).
CANELO: Con esas fiestas sí que trabajaban mis amos. Eso siempre los buscaban para presidir y organizar, claro que a algunos como que la parrandita y el trago no lo veían bien, que eso no era así.
MARIA (arreglando las flores del cuadrito de la virgen en el altar) A ver si pa’ esta si viene padre que nos haga la misa, y bueno, ¡jé!, que no nos regañe tanto, que el recreo siempre falta, porque eso sí, donde sea que uno ande, ¡huche, huche!, como que siempre lo sacan y rogar porque uno no se quede por ahí estirado… (mira las fotos de sus dos maridos, y las vuelve a colocar detrás del cuadro de la virgen) ¡Benditos! ¡Tanto que trabajaron y la muelona siempre los perseguía! Y allá en el albergue, no me acuerdo cuál, que nos tocó pedir, ¡no!, me recuerdo eso y sí es mucha nostalgia y guayabo, teniendo de dónde echar mano y no poder, y con esa vergüenza de andar pidiendo… eso fue… ah, cuando la profe nos ayudó con Guillermo, si, porque uno cree en usté (dirigiéndose a la virgen del cuadro) y usté si cumple y protege. Eso fue… eso fue… eso yo lo anoté por ahí, a ver (se sienta en una de las cajas de madera, acerca otra y la esculca, sacando un cuaderno). A ver, este no es. ¿Qué es esto? Ah, mire Canelo, mi cuaderno de los talleres. Eran los de… ¿cómo era esa institución?… los de… los de… ay, que no me acuerdo, pero nos enseñaban cosas, y esto de los proyectos productivos (afuera, acompañando la lejanía de los disparos, el rumor de un helicóptero), ta, ta, que hay que darle duro, pero siempre hay gente ambiciosa y michicata. Y yo, ¡ja!, como le peliaba con esos que solo se quedaban en puro taller, ahí que todo lo compran y nada que trabajan. Pero era bonito.
CANELO (rascándose la oreja): Siii… talleres… yo acompañé muchos, mirando a ver cuando tiraban pan… que si ustedes eran esto, que si hacían aquello, y dele taller y taller. A mi me gustaba, que me consentían.
MARIA: Ahí nos daban instrucciones y explicaciones y eso de cómo conseguir plata, pero, ¿verdad Andrés? que como que nunca nos gustó eso de sacar la yuca aquí de la finca, que eso es como pa’ uno más bien, y esa pelotera que unos tire pa’ un lado, y otros tire pa’ otro, pero bueno, Dios ahí nos mantuvo, y mi Virgen me puso aquí otra vez. ¡Eso Canelo (CANELO ha salido, juntándose con los otros perros, a ladrar al ruido lejano), dígales que no vengan a joder!, que soy capaz de parármeles y decirles hasta mico. (Se rie) ¡Ay, virgencita, que cómo no me pelaron esa vez, eso fue mucho milagro! Les canté toda la verdad, porque la verdad la pronunció Cristo, y yo también la digo, y eso de hacer tanto daño sí es que está malo. (Guardando el cuaderno, y recogiendo la Cosmopolitan) Pero ahí, como treinta que le dicen a uno que salga, y pues qué hace uno. Yo ya estoy enterrada, ni marido, ni hijos. (Mirando de nuevo afuera) ¡Eso, ladre mijo, que haciendo ruido entre todos a veces se va la bulla!

MARIA se levanta y sale de nuevo, al frente, con su revista en la mano y se sienta, como al principio. CANELO, que ha dejado de ladrar, se le acerca, y con él, el rumor de los tiros. Quitedeí y Rabipelao también, y con el rabo entre las piernas se acurrucan a sus pies; los tres, con las orejas en alto, alertas, y dando miradas nerviosas .
MARIA: (hojeando la revista) ¡Uy, pero como se visten! ¡Y eso que se ponen en el ombligo! Vea (mostrándole a CANELO), si esta hubiera estado allá, le pegaban un varillazo. Claro que esas cosas sirven porque cogen a la juventud y la ponen a estar bien, pero, ¡ay!, que son malos y se pasan. Yo lo vi, Canelo, esos zarandeando ahí a esa muchacha, y no sé qué se me subió y salí y les dije tal por cual, que dejaran el abuso. Ahí nosotros, olvidados otra vez, pero yo me salí y les dije, y bueno a mí no me pongo esas cosas de pircin o yo no sé, pero a la pelaa le gustaba y ese era su recreo y su bulla y su vida, y déjenla tranquila que no le hace mal a nadie. ¡Ay Dios! Y ese hombre que me mira feo y me zarandea, y yo diciéndole que vaya y trabaje que no sea pícaro. Y sería la Virgen que los sacó todos, con ese miedo que teníamos, y Dios ahí en la jugada dando ánimo y discútale a esos señores. Mejor dicho, casi se nos acaba el recreo. Luego de eso respiramos, pero no se sabe Canelo, no se sabe, eso siempre vuelven. (Deteniéndose en otra página) Mire, que (leyendo) “au-mente-su-in-ver-sion”… eso… eso es de la plata… pero no la de reunir pa’ la virgen, no, esa de los proyectos… yo… ¿qué?… pa’ marranos que siempre queríamos poner, pero no, eso se nos iba pagando el plante, y cuando ya mirábamos que ya empezábamos, ¡pa’ juera otra vez! (se ríe, al tiempo de una explosión cercana que de nuevo alborota a los perros). Y todo eso así bien escrito, que ahí en papel no le meten a uno los dedos en la boca. Yo tengo ahí la carta de la red ahí dentro, que tanto nos sirvió. De pronto sirva otra vez y yo les muestro que mire, que tengo nombre, pues eso de raspar da plata pero también hunde, con lo que lo miran feo a uno. Y mijo, que vuelva a la tierra, y sí, uno quiere, pero es que eso no da, no, y tanta pajarilla que le dicen a uno, y de todos modos que uno esté legal y vienen los unos que lo vi con el otro y ¡pum!, y el otro que lo vi con este, ¡pum!, y el ejercito que no que uno es raspachín y tenga, y que vea, que el proyecto y esa demora con la plata y que unos sí, que otros no… No, mijo, y Dios es el que nos ha sacado, y en la plomacera, porque nadie más puede. ¡Canelo! ¡Venga! ¡Venga! (se acerca el perro, cabizbajo) ¿Si oye, mijo? ¿Serán las fiestas? ¿Si sabe que eso hay que contarlo, pa’ que la gente no se olvide de la tradición? ¿Y yo cómo le digo a Mariela, que la tengo tan lejos? Si ella tiene niños algún día, pa’ que no se le olvide presentárselos a la Virgen.
CANELO: ¿Qué habla usté, María, si ya nadie la escucha? ¿Yo a quien le cuento, sino a los perros, que son los únicos que me entienden? Mire María, que ya vienen, y usté de aquí ya no sale. Se hubiera quedado en sus grupos, ahí siendo alguien, pero de necia que se quería meter aquí en su tierra, en la boca del lobo. Mire María, que yo me voy, que yo vi que los que no daban papaya duraban un poco más… (se va retirando, juntándose con los otros perros)
MARIA (de nuevo con su revista): Que horóscopo, ¡esas cosas! Yo no, pero bueno, ahí cada uno con su creencia. Yo si a venirme aquí a mi tierra, que eso ya es mucha gracia de Dios pisarla con los pies, así malviva, que es el patio, ¿no?, donde uno sale a jugar. Ajá (dejando la revista en sus piernas, manotea) y que venga, y que usté recite, y usté haga tal cosa y sea esto y lo otro, pero yo no, calladita mejor, me gusta así. Y si no me arecuerdan, ¡pues qué!, que mi mamacita ahí me tiene. ¡Pero qué es esa bulla, Dios mío!

El bullicio de los pájaros ha decrecido, y el bullicio de los tiros, crecido. Va terminando a tarde, y las primeras penumbras se adivinan. MARÍA se levanta, dejando su revista tirada, y atraviesa su pieza hacia la puerta de atrás. A lo lejos, ve hombres acercándose. Pasan las gallinas alborotadas por entre sus piernas, mientras los tres perros han cogido camino al río. Entra de nuevo y, de pie, empieza a acariciar con su mano temblorosa su cuadro de la Virgen.
MARIA: Yo como que los había visto, y son de los mismos. Pero que mis hijos estén favorecidos, yo ya estoy vieja. Y mi San Martín (acariciando la estampita), no, yo lo respeto, pero con tanta cosa me lo olvido un poco, pero, pero lo tengo presente, ¿oyó? (voces perentorias, gritos). ¿Vendrán por usté? (a la Virgen), pero usté está muy feita pa’ que la carguen… yo les digo que reunamos algo y le cambiamos el vidrio, ¿verdad? (Hace silencio, y de pronto se afana: agarra uno de los morrales, y revuelve una de sus cajas, buscando algo) ¡Ay, no, no!. (Se queda un momento quieta, y de nuevo se acerca a su altar; las voces se acercan). Miren lindos, si salimos otra vez, yo me los cargo, y les hago altarcito ahí donde ustedes nos digan que hay que quedarse. Y ojalá que no nos toque tan maluco, que por ahí salgan que no cocinan bien y esas sopas sopudas y hasta uno se maluquea, pero los voy a tener bien bonitos... (acariciando el vidrio roto del cuadro de la virgen) Y todos se fueron y ni niños hay ni bulla… tanta cosa… (con los ojos aguados) Y uno confia en usté, pero yo ahorita tengo tanto miedo… y no sé, con esta cabeza mía, pero… ¿será que hice bien las cosas?… Mire, si me da otro recreo, yo la enmarco y le pongo otro vidrio pa’ que la lluvia no me la maltrate. ¿Y será que llevamos a Canelo, y al Quitedeí y al Rabipelao? Mire que esos no se quedaron a cuidarla, esos solo le ladran cuando le ponen los voladores, pero de resto como que no se acuerdan… (se rie) Pero no importa, ¿verdad mamacita?, que ahí con usté todos van a estar ahí, y el sancocho y la velación y la fiesta siempre serán, y nadie va a peliar. Como antes…

Un hombre pasa al frente de la casa. Vislumbra a una mujer dentro, y sin mayores ceremonias, alza su revólver y dispara. Segundos antes que la bala penetre el cráneo de MARIA, ella, en su locura, cree escuchar que la virgen del cuadro le habla…  
IMAGEN DE LA VIRGEN: …bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto…

Ha oscurecido. La bala entra en el cráneo de MARÍA, le atraviesa, e impacta, destrozándola, el cuadrito de la Virgen, y tumbando todo el altar.
Silencio absoluto mientras cae el cuerpo ensangrentado.
Sobre el silencio y sobre el cuerpo, un largo, largo tiempo.
[Se cierra el telón].

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