Hoy, y en las semanas que siguen, trascribiré los subrayados de mi lectura de La Arboleda Perdida (Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2003. Parte 1 y Parte 2) de Rafael Alberti. El título que acompañan al fragmento transcrito es mi propia arbitrariedad, que así imagina la palabra propuesta contenida en las palabras del poeta.
Abrigo:
El fuego que se filtra por las hojas de los dos o tres árboles que me protegen es una buena espada para abrirme a los tupidos senderos de la memoria. (en parte 1)
Agonía:
Y de súbito, cuando más parecía que los aires de El Puerto lo fortificaban levantándolo, tío Tomás cayó en cama para luchar, como bravo soldado, largo y tendido, con la muerte. Misteriosas se volvieron las hijas, Gloria, María y Dolorcitas, misteriosa tía Lola, misteriosa la casa, misteriosos y oscuros los alrededores del lecho del enfermo. Algo grave pasaba, que se quería a toda costa ocultar. Nadie sabía bien qué es lo que andaba debatiéndose, aunque los constantes cuchicheos, entradas y salidas de la alcoba del moribundo, coincidiendo, además, con la presencia triste de un padre jesuita en la penumbra del salón, dejábanlo traslucir desesperadamente.
(…) Se escuchaba en la casa como el vibrar de una tirante cuerda invisible, cuya rotura inevitable era esperada con espanto, percibiéndose ya la delgadez del punto que había de producir la catástrofe. (parte 1, 105)
Decadencia:
He aquí (…) una tristísima y reveladora escala descendente del espíritu creador cristiano: (…) De las sencillas Bienaventuranzas y el ¡Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad!, al descarado y partidista “Reinaré en España y más que en todo el resto del mundo!” (…) De la fe con grandeza, llena de truenos y relámpagos, a la más baja hipocresía y explotación más miserable. Resumiendo: del oro puro de las estrellas, a la más pura caca moribunda (parte 1, pp, 45-46)
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