Leyendo textos sobre la crisis del capitalismo, sobre los neoconservadurismos y neocristianismos, y unas cuantas salvajadas de nuestras empresas criollas (Claro, que te denuncio si me criticas; Las Atuneras, que no manejamos mercurio en nuestros atunes; Las Madereras, que qué hacen esos negros oponiéndose al progreso; etc) y temas similares, me resonaba constantemente aquello que escribiera Abel Posse en su novela Los Perros del Paraíso (Barcelona: Argos Vergara, 1983, p.11-13), refiriéndose al momento previo del 'descubrimiento' de América:
“Entonces jadeaba el mundo, sin aire de vida. Todos los péndulos recordaban el ser-para-la-muerte. (...) El Dios hebreo, indigestado de Culpa, había terminado por aplastar a su legión de fervorosos bípedos. (...) El jadeo de Occidente se transformaba en estertor. Los poderes, alarmados, se consultaban. (...) Las multinacionales se asfixiaban reducidas a un comercio entre burgos. Reclamaban con airada impaciencia. (...) Occidente, jadeaba, ansiaba su sol muerto, su perdido nervio de vida, la fiesta soterrada. Tanteaba en la oscuridad del sótano conventual la estatua de la diosa griega (...). Los hombres, vacíos, casi sin sombra, buscaban su estatura. (...) Necesitaba ángeles y superhombres. Nacía, con fuerza irresistible, la secta de los buscadores del Paraíso”
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