...como el águila llevo vigilándote... No sé si esa vieja canción tenía en mente el águila imperial de Augusto. Me imagino que no, pero el efecto es el mismo. Para las clases dirigentes romanas, parte del ethos aceptado era la vigilancia, lo mismo que para las clases bajas, aunque de maneras distintas. He aquí esta vigilancia, haciendo caso omiso de las distancias temporales, tal como la menciona la revista Semana en su edición de hoy 24 de agosto:
1. La primera taza de café, justo antes de comenzar la mañana. Gemelas siamesas entrelazadas, esa taza y esa mañana. En la penumbra, el abuelo encendiendo los fogones para iniciar el origen, como en tantas otras madrugadas cuya presencia jamás vas a palpar de nuevo. El hágase del tiempo primigenio se encarna en los pasos lentos de los morrocoyes del patio de adentro, para apacentar el poco antes del resplandor que alzará entremezclados en copas de tumultuoso follaje, el primer alborozo de pájaros y las claridades mensajeras del primer calor. El agua hierve y reposa enseguida. Con ella y en ella, se sosiega el polvo del café, y fluye luego a cuatro pequeños pocillos para alzarse de ellos con su oloroso vaho, esparciendo su aroma por toda la casa como la cal que con cuidado esparce sobre las espesas paredes el viejo obrero que cada año las recompone, y aún un poco más allá, hasta la carrilera que saluda a la verja principal y conserva el paso invisible de los cuatro vecinos que ya ...
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