Fuente: Titulares
en la prensa escrita o electrónica, día de por medio: “Un oso es un éxito en
internet por sus habilidades para el Kung-Fu”; “Foto de un soldado besando a su
novia es un éxito en la web”; “Gato de Anfield se convierte en un éxito en
internet”; “Canción de Fernando Torres… El hombre pájaro… La torpe cristina…
Sexipublicidad en hamburguesa…”, y demás blablablá. Mi cerebro
no alcanza a procesar tanta novedad. Perezosamente, se refugia en lo que
escribiera alguna vez Fernando del Paso en su novela Palinuro de México (Alfaguara, 1986). Del capítulo 11 (“Viaje de Palinuro por las
Agencias de Publicidad y otras islas imaginarias”), algunos fragmentos
(p.244-245):
…el
gerente-guía de la Agencia Encantada le aseguró a Palinuro que más allá del
salón de la fama toda fama es efímera, y para demostrárselo lo llevó de la mano
a
LA ISLA DE
LA FAMA EFÍMERA,
Donde le
explicó que alguna vez un hombre de cuyo nombre no podía acordarse, había
pronosticado que en el futuro todo el mundo sería famoso por quince minutos. Y
que fue en honor de este profeta –ya que no en su memoria–, que se fundó la
Isla de la Fama Efímera donde todos los habitantes, sin excepción, así como los
viajeros que la visitan, tienen derecho a ser famosos durante quince minutos y
a elegir el momento y las circunstancias de su fama. (…)
(…) La
Isla ofrece la oportunidad de ser famoso por cualquier cosa que se pueda
imaginar: los filósofos, naturalmente, eligen ser famosos por su filosofía; los
pintores por su pintura y los médicos por sus artes curativas. (…) todos
aquellos que carecen de un talento, una vocación o una inquietud especiales, la
Isla les otorga el derecho de ser famosos por cualquier cosa que hagan. Así, un
hombre puede ser el ascensorista más grande del mundo, el estibador más
importante de la historia, el cartero más ilustre de su época. Lo que es más,
se puede ser también famoso por nimiedades que al transformarse en motivo de la
fama adquieren entonces la impprtancia de una proeza: se puede ser famoso por
lavarse los dientes un lunes en la mañana, por caminar por un parque y darle de
comer a las palomas; por nacer, simplemente, o por morir; por usar una corbata
azul, por ir a misa, por fumar en pipa, por tener amigos. Se puede ser famoso
incluso por no querer serlo: y es que en esta Isla la fama no sólo es una
oportunidad para todos, sino también una obligación, de manera que a los
modestos, a los que carecen de ambiciones, a los que rehúyen la publicidad y la
grandeza, la fama los sorprende haciéndolos famosos por su humildad. (…)
(…) Y no
importa que nunca en realidad hayan llevado a cabo esas hazañas, porque la
ilusión es perfecta; durante los quince minutos, toda memoria anterior es
sustituida por el recuerdo de los libros, las películas o los descubrimientos
del afortunado de turno, o simplemente por el recuerdo de toda una vida de
trabajo y dedicación que no podía desembocar en otra cosa que no fuera la fama
merecida (…)
(…) la fama dura sólo
quince minutos, al cabo de los cuales el afortunado de turno pasa al olvido
total: lo contradictorio sería que todo el mundo lo recordara por haber sido
famoso durante quince minutos, porque eso equivaldría a perpetuar su memoria. Y
para evitar que la isla se llenara de personas que se pasaran el resto de su vida
jurando de café en café y de amigos en amigos que habían sido famosas por unos
instantes, también ellas olvidan totalmente que lo fueron.
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