Líneas escritas en una libreta del año 2003. En aquel entonces leía El retorno de Abel, de James Alison. Al respecto escribí:
Nuestra fundamentación social es un asesinato. Respecto de mi fundamentación, he de reconocerme como asesino. Pero, ¿qué me puede importar ello? Lo digo desde la facticidad del asesinato, pues fácticamente no soy un asesino, y no tengo así conciencia de mi fundamentación asesina. Soy joven, soy creador, soy bueno, soy tolerante: soy literal. ¿Cómo saltar hacia la simbolicidad, cómo concebir no la individualidad que me concierne ni la socialidad que me envuelve, sino la relacionalidad que me re-lanza a las temporalidades del fundamento (donde, como en 2001 Odisea Espacial, fui a la vez aquel primero que alzó el cráneo del jaguar y aquel que lo recibió espantado en la cabeza)?
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