El tiempo pasa, nos vamos volviendo viejos,
el amor no lo reflejo como ayer (Pablito Milanés)
Te alzas, mi hobo querido,
no en la mitad del patio como corresponde a tu dignidad,
sino a un lado, como pidiendo perdón,
como si fueras un viejo que no quiere molestar a nadie.
Se te ve que has sido humilde y sincero
desde que te sembraron siendo no más una ramita,
y creciste generoso, viéndonos crecer,
ofreciéndonos tus pepitas dulces y graciosas,
dejando que mis hermanos se subieran en tus ramas
y los gatos pasearan orondos y felices.
Y hoy, calvo, miras de nuevo a la casa.
Las gentes viejas, los muchachos otrora tan cansones,
y no dices nada porque has visto.
Habría que pedirte perdón
por lo malos que fuimos quebrándote ramas,
olvidándonos de ti.
Fuiste siempre manso y callado, amigo fiel y sencillo.
Así es, mi viejo hobo,
así es como yo te canto, te miro y te celebro
sabiéndote tan feliz en tu silencio.
CANTO AL CALOR QUE CASI SIEMPRE ESTÁ AQUÍ
En el patio de mi casa hace calor.
También en los corredores, en la alcoba, en la sala.
Al mediodía es tanto que intentas dormir
y el ventilador te trae un sueño pesado, pegajoso,
como la miel en el pan.
El calor baila a veces,
a veces está quieto como un viejo vencido,
pero siempre te está molestando y besando
y camina contigo, no te deja.
El calor parece un gatico que ronda insistente,
a veces está muerto y lo extrañas,
o a veces te molesta tanto que no lo quieres ver.
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