4. ESCALERA. Si fueran las mismas o no que por primera vez pisara, era algo de lo que sus pies tendrían que dar cuenta. Pero ahora vacilaba. La simple verticalidad vislumbrada a través de la ventana y, ahora de vuelta, las ondas regulares de algún viejo sabor en la piedra, se le hacían signo de tenue carcajada. Pero era menester continuar. Era un compromiso. Con lentitud, al amparo del vaho quieto de la niebla que desde la calle se asomaba por la ventana como brote del muérdago en el primer trazo del escolar, el hombre dejó venir la presencia de la escama. Se asemejaba ésta, evocó en su interior, a la breve aspiración del primer anhelo, que se deslizaba hacia una oscuridad con pretensión de marca. El pie tanteó sus límites, como animal hambriento y asustado, y se posó por fin firme, inevitable para el paso siguiente. Este se fue alzando como velamen, hinchando su gota pétrea y el desasosiego del chapitel, anhelando pronto la seguridad de la talla; en rápido olvido cayó por fin, e...