Prestigio:
-Estos mil francos– dijo Bixiou –me demuestran que nuestro amigo Lucien vive con la Torpille…
-¡Qué pérdida irreparable para la élite de las letras, de la ciencia, del arte y del a política! –dijo Blondet–. La Torpille es la única ramera que tiene madera de cortesana; no está estropeada por la instrucción, no sabe leer ni escribir: nos había comprendido. Con ella habríamos proporcionado a nuestra época una de esas magníficas figuras aspasianas que caracterizan los grandes siglos. Observen cómo la Dubarry destacó oportunamente en el siglo dieciocho, Ninon de Lenclos en el diecisiete, Marion de Lorme en el dieciséis, Imperia en el quince y Flora durante la república romana, a la que dejó su herencia, ¡que le permitió pagar la deuda pública! ¿Qué serian Horacio sin Lidia, Tibulo sin Delia, Catulo sin Lesbia, Propercio sin Cintia y Demetrio sin Lamia, que constituyen el motivo de su actual celebridad. (…) ¡Ah, qué pérdida! Debería abrazar a su siglo entero, y se limita a hacer el amor con un jovencito!
Fuente: Honoré de Balzac, Esplendores y miserias de las cortesanas. Barcelona: Editorial Bruguera, 1980. p.23.
Ocaso:
A partir de entonces, mi familia experimentó una veloz decadencia, y en su carrera cuesta abajo se comportó con tan feliz tranquilidad que casi puede decirse que tatareaba alegremente mientras más y más se hundía, mientras contraía formidables deudas, mientras cerraba sus casas, vendía las fincas… Y luego cuando las dificultades financieras llegaron a su punto máximo, mi familia se entregó a una morbosa vanidad que ardía en llamas más y más altas, como si un perverso impulso las alimentara.
Fuente: Yukio Mishima, Confesiones de una máscara. Bogotá: Planeta, 1989. p.9.
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