A propósito de las celebraciones de natividad que se acercan, bueno es situarlas. Tomo el siguiente texto del libro de John Dominic Crossan, El nacimiento del Cristianismo (Bilbao: Sal Terrae, 2002, p.29).
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Sabemos, por los ejemplos citados y otros muchos
como ellos, que los cristianos más primitivos vivieron en un mundo aún no
acosado por el racionalismo directo o indirecto, un mundo donde las
concepciones divinas eran bastante aceptables y donde, de hecho, divino y
humano, eterno y temporal, cielo, tierra y Hades eran maravillosamente
permeables y abiertos unos a otros. Ellos
jamás pudieron argumentar que Jesús era singularmente único porque sólo en
él había sucedido una concepción divina en todo el mundo. No pudieron y no lo
hicieron. Este es el segundo y más fundamental aspecto del problema ético.
Cuando nosotros interpretamos que ellos dicen que el Jesús histórico es
singularmente único y que tales acontecimientos sucedieron sólo en él, nosotros los interpretamos equivocadamente.
Permítame ser muy claro: ellos hacían
afirmaciones sobre su Jesús y esas afirmaciones eran relativas frente a todas las demás afirmaciones del mismo
tipo. Éste era precisamente su propósito. ¿Dónde -preguntaban ellos a los
oyentes- encontráis lo divino presente
de una manera especial, particular e incluso única? ¿Es, por ejemplo, en
Augusto, un emperador romano respaldado por una fabulosa riqueza colonial y un
enorme poder militar, o en Jesús, un campesino judío, suficientemente pobre
para nacer en el establo de otro? ¿Dónde encuentras
a tu Dios? Y el oyente tenía que elegir.
No podemos vivir sin ideología (o, si se
prefiere, teología) de grupo, pero tenemos que ser capaces de mantenerla en
dialéctica con los datos públicos –si hacemos afirmaciones con respecto a tales
datos-. Mi posición como historiador que procura ser ético y cristiano que
procura ser fiel es ésta: no acepto la concepción divina ni de Jesús ni de Augusto
como historia factual, pero creo que
Dios se encarnó en la pobreza campesina judía de Jesús y no en el poder
imperial romano de Augusto.
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