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La voz que leyó estas páginas quiso ser el eco de las voces conjuntas de mis personajes. No tengo, a decir verdad, más voz que la que ellos tengan. Perdónenme si les pareció poco esto que para mí es todo. (Saramago, “De cómo el personaje fue maestro y el autor su aprendiz”, 20)
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(…) partimos de la idea de que los textos no son entidades que existen per se, que se evidencian y ocultan frente al lector de acuerdo con su cualidad comprensiva, que contienen un significado unívoco, que permanecen inertes frente a las certezas e incertidumbres de quien desea entrar en contacto con ellos. Por el contrario, consideramos que en la relación fundamental lector-texto es posible construir significado, hacer y deshacer sentidos posibles, imaginar escenarios y modificarlos en el tránsito por la lectura. (Pinilla (ed), El cuidado de lo humano, 77)
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La historia tiene una historia y la historia de la historia, también.
(Springbord, “Algunas premisas de la historia”, 465)
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La historiografía no se limita a constituirse como un relato de hechos, dirá Certeau, sino que se haya implicada en la creación de “modelos” destinados a hacer pensables esos hechos. Y ese sentido se alcanza fundamentalmente a través de conceptos. (Aróstegui, La investigación histórica, 315)
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Presentar un autor y su obra (...) es indagar por el enunciador subyacente al autor y por la subjetividad del enunciador subyacente a la obra; decir autor es decir enunciador, y decir obra es decir su subjetividad. Enunciador y subjetividad, que se esconden tras un discurso enunciado como exposición objetiva con arreglo a ciertas metodologías (...), en realidad son una historia tras la historia. (Román, La actualidad de Jesucristo, 67)
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Si es verdad que para los “fanáticos” de la historia oral el tipo de conocimiento por ella obtenido no presenta ningún problema, no se puede ignorar sin más el hecho de que el historiador mismo crea una parte de las fuentes y los datos. (Boud, “Posibilidades y limitaciones de la historia oral”, 88)
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A semejanza del minero es el escritor: explota cada intuición como una cantera. (…) ¡qué fuerza la del pensador que no llega ávidamente hasta colegir la última conclusión posible de su verdad, esterilizándola; sino que se complace en mostrarnos que es ante todo un descubridor de filones y no mísero barretero al servicio de codiciosos accionistas! (Torri, El descubridor, 21)
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(…) desde la perspectiva de la nueva historia, de no prestarse la debida atención al lenguaje y a su papel generativo en la constitución tanto de los significados como de las relaciones sociales, seguiríamos imponiendo al estudio de la sociedad modelos excesivamente simplificados que, en vez de abrir nuevas posibilidades interpretativas, perpetúan las visiones convencionales. (Cabrera, Historia, lenguaje y teoría de la sociedad, 181)
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