Deja ir la mirada tras la ventanilla del autobús, hasta que la fija por un minuto en un viejo que trota por el parque. Quizás es muy viejo. Quizás levanta demasiado los brazos. El caso es que el autobús detiene su marcha el tiempo suficiente para que el hombre detalle al viejo. Aún no llega la media mañana, por lo que la sombra del viejo en la acera es pronunciada, nítida. Demasiado nítida, piensa el hombre. Sus formas son exactas: las líneas rectas forman figuras geométricas variables que no van acordes a los movimientos del viejo. Avanza de nuevo el autobús; atrás queda el viejo y su sombra maligna. Pocas cuadras faltan para la estación en la que el hombre tiene que bajar. El pánico empieza a crecer en su pecho.
La referencia, en la fuente. El nombre de la entrada, la plabra que me evoca. Actualidad: Descubrió entonces que el interés de la gente por la actualidad es una ilusión: la novela resignada que todo el mundo lee y escribe a la vez mientras se le van yendo los días por entre las manos. Fuente : Constaín, Juan Esteban. Cartas abiertas . Bogotá: Penguin Random House, 2022, p.55. Putrefacto: El putrefacto, como no es difícil deducir de su nombre, resumía todo lo caduco, todo lo muerto y anacrónico que representaban muchos seres y cosas. Dalí cazaba putrefactos al vuelo, dibujándolos de diferentes maneras. Los había con bufandas, llenos de toses, solitarios en los bancos de los paseos. Los había con bastón, elegantes, flor en el ojal, acompañados por la bestie. Había el putrefacto académico y el que sin serlo lo era también. Los había de todos los géneros: masculinos, femeninos, neutros y epicenos. Y de todas las edades. Fuente : Alberti, Rafael. La arboleda perdida . Barcelona: Galaxia Gut...
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