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Copy-Paste: En la cueva

El fragmento, tomado de El Evangelio Según Jesucristo, de José Saramago.

Dentro de la cueva estaba oscuro, la débil luz del exterior se detenía en la misma entrada, 
pero, en poco tiempo, allegando un puñado de paja a las brasas y soplando, la esclava 
hizo una hoguera que era como una aurora, con la leña seca que allí encontraron. Luego, 
encendió un candil que estaba colgado de un saliente de la pared y, habiendo ayudado a 
María a acostarse fue por agua a los pozos de Salomón, que están justo al lado. Cuando 
volvió, encontró a José aturdido, sin saber qué hacer, no debemos censurarle, que a los 
hombres no les enseñan a comportarse con utilidad en situaciones como ésta, ni ellos 
quieren saberlo, lo único de que son capaces es de coger la mano de la sufridora mujer y 
mantenerse a la espera de que todo se resuelva bien. María, sin embargo, está sola, el 
mundo se acabaría de asombro si un judío de aquel tiempo se atreviera aunque fuese a 
tan poco. Entró la esclava, dijo una palabra de aliento, Valor, después se puso de rodillas 
entre las piernas abiertas de María, que así tienen que estar abiertas las piernas de las 
mujeres para lo que entra y para lo que sale, Zelomi había perdido ya la cuenta de los 
chiquillos que ayudó a nacer, y el padecimiento de esta pobre mujer es igual al de todas 
las otras mujeres, como ha sido determinado por el Señor Dios cuando Eva erró por 
desobediencia, Aumentaré los sufrimientos de tu gravidez, tus hijos nacerán entre 
dolores, y hoy, pasados ya tantos siglos, con tanto dolor acumulado, Dios aún no está 
satisfecho y mantiene la agonía. José ya no está allí, ni siquiera a la entrada de la cueva. 
Ha huido para no oír los gritos, pero los gritos van tras él, es como si la propia tierra 
gritase, hasta el extremo de que tres pastores que andaban cerca con sus rebaños de 
ovejas, se acercaron a José, a preguntarle, qué es eso, que parece que la tierra está 
gritando, y él respondió, Es mi mujer, que está dando a luz en aquella cueva, y ellos 
dijeron, No eres de por aquí, no te conocemos, Hemos venido de Nazaret de Galilea, a 
censarnos, en el momento de llegar le aumentaron los dolores y ahora está naciendo. 

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