Lupanar: Con aquellos hoy borrados amigos, insoportables señoritos de la buena sociedad malagueña, visité una cálida noche un precioso prostíbulo cercano al mar. No sin cierto temor, que perdí a los pocos minutos, penetré -era la primera vez que lo hacía- en aquella casa mediterránea de Venus, verdadero jardín donde sus morenas hijas andaluzas resaltaban, casi desceñidas de todo velo, entre macetas de geranios y claveles violentos, el mareante aroma de las albahacas, magnolios y jazmines. Una parra corría su verde toldo a mitad de los muros que velaban las puertas de sus alcobas misteriosas con cortinillas de colores. En el centro de aquel patio-jardín se derramaba un cenador agobiado de rosas gualdas y carmines. Bajo él, un guitarrista volcado sobre el hoyo de su guitarra, rasgueaba en sordina para unos marineros prendidos a los cuellos y torsos bronceados de sus elegidas. Poco a poco nos fuimos acercando con las nuestras, formando al fin una alegre fiesta de amor, en la que el cante,...