Tenemos nosotros el hondo convencimiento que esta vida que
tenemos nos la dio Dios. Y cada uno de nosotros es como la Palabra que
pronuncia Dios. Somos nosotros Palabra de Dios, y esa misma Palabra es Dios, y
Dios con su Palabra creó todo cuanto existe.
Y todo cuanto existe, existe porque vive, y por eso nosotros
existimos, porque vivimos. Y ese vivir es como la luz, y ese vivir es la misma
Palabra, y esa Palabra es Dios. Por eso, cuando uno vive, no hay tiniebla,
porque hay luz.
Cuando Juan apareció en el desierto, el vivía y ayudaba a
vivir, y por eso él era enviado de Dios, y así daba testimonio de la Palabra de
Dios, y trataba que todos nosotros viviéramos y ayudáramos a vivir. Eso era
importante, porque vivir y ayudar a vivir era hacer que Dios pudiera hablar
bien.
Y vivimos en este mundo, para aprender a vivir bien, y este
mundo no es malo porque también es creación de Dios, y en el mundo uno aprende
a vivir.
Pero hay gente, como nosotros, que entiende mal las cosas.
Cree que vivir es dañar o aprovecharse del prójimo; cree que vivir es pensar
que la tierra, que los hombres, que las cosas, son para dominarlas. Y aunque
dicen que viven bien, viven mal, dañan al mundo, se dedican a las tinieblas.
Y hay gente que entiende bien las cosas. Que entienden que
vivimos para querernos. Y haciéndolo, viven bien, y de ellos se dice que son
capaces de hacerse hijos de Dios.
Y tanto nos quiere Dios, que conocimos a alguien que nos
mostró realmente cómo es que se vive bien. Pero fue muy duro, porque estábamos
acostumbrados a vivir mal, y creíamos que vivíamos bien. Pero él nos probó las
cosas, y nos mostró, y Juan nos insistió: "Ese sí hace las cosas bien. El
es el que está delante de nosotros".
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