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Paráfrasis: Evangelio de Juan 1, 1-18


Tenemos nosotros el hondo convencimiento que esta vida que tenemos nos la dio Dios. Y cada uno de nosotros es como la Palabra que pronuncia Dios. Somos nosotros Palabra de Dios, y esa misma Palabra es Dios, y Dios con su Palabra creó todo cuanto existe.

Y todo cuanto existe, existe porque vive, y por eso nosotros existimos, porque vivimos. Y ese vivir es como la luz, y ese vivir es la misma Palabra, y esa Palabra es Dios. Por eso, cuando uno vive, no hay tiniebla, porque hay luz.

Cuando Juan apareció en el desierto, el vivía y ayudaba a vivir, y por eso él era enviado de Dios, y así daba testimonio de la Palabra de Dios, y trataba que todos nosotros viviéramos y ayudáramos a vivir. Eso era importante, porque vivir y ayudar a vivir era hacer que Dios pudiera hablar bien.

Y vivimos en este mundo, para aprender a vivir bien, y este mundo no es malo porque también es creación de Dios, y en el mundo uno aprende a vivir.

Pero hay gente, como nosotros, que entiende mal las cosas. Cree que vivir es dañar o aprovecharse del prójimo; cree que vivir es pensar que la tierra, que los hombres, que las cosas, son para dominarlas. Y aunque dicen que viven bien, viven mal, dañan al mundo, se dedican a las tinieblas.

Y hay gente que entiende bien las cosas. Que entienden que vivimos para querernos. Y haciéndolo, viven bien, y de ellos se dice que son capaces de hacerse hijos de Dios.

Y tanto nos quiere Dios, que conocimos a alguien que nos mostró realmente cómo es que se vive bien. Pero fue muy duro, porque estábamos acostumbrados a vivir mal, y creíamos que vivíamos bien. Pero él nos probó las cosas, y nos mostró, y Juan nos insistió: "Ese sí hace las cosas bien. El es el que está delante de nosotros".

Y así fue que conocimos a Dios, viéndolo a El, oyéndolo. Su vida nos explicó cómo es el Padre.

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