A la muerte de Juan Pablo Peña
(+Enero de 2005)
Nadie
quiso creerlo,
nadie,
porque
allí debajo del Oití era pronto tu saludo,
porque
en tu última delgadez aún eras risa.
Nadie
quiso creerlo,
nadie,
ni
en tu rostro amable, ni en tus viejos zapatos,
ni
en la lentitud solar de la triste Cúcuta.
Nadie
vio tu muerte que crecía entre tus manos,
nadie,
Juan Pablo.
Ni siquiera tu vientre.
Comentarios