Crítica:
Entretanto, Momo, recelando lo peor y trayendo a la memoria una antigua profecía que no contenía nada halagüeño para sus hijos, los Modernos, enderezó su vuelo hacia la región de una diosa maligna, llamada Crítica. Ésta moraba en la cumbre de una montaña nevada de Nueva Zelanda, y fue allí que Momo la halló en su antro, tendida sobre los restos de numerosos volúmenes, medio devorados. A si diestra estaba sentada Ignorancia, su padre y esposo, ciego por la edad; a si izquierda Soberbia, su madre, que vestía pedazos de papel que había roto. Estaba presente su hermana Opinión, la de los pies ligeros, la de los ojos vendados, testaruda, aunque veleidosa. Junto a ella jugaban sus hijos, Escándalo, Atrevimiento, Estupidez, Vanidad de tono decisivo, Pedantería y Malos Modales. La diosa tenía uñas como el gato; la cabeza, las orejas y la voz, semejantes a la del asno; los dientes salidos; los ojos vueltos hacia dentro, como si solamente mirase a sí misma; se sustentaba de su propia hiel, que era superabundante; el bazo lo tenía tan hipertrofiado que sobresalía como una ubre muy grande, y no le faltaban excrecencias en forma de pezones de los que chupaban vorazmente muchísimos monstruos horrorosamente asquerosos y feos, y lo maravilloso es que la cantidad de hiel más crecía, que no menguaba, con la succión.
Fuente: Jonathan Swift, El cuento de un tonel – La batalla de los libros, Torre de Viento, Barcelona 2001, p.190.
Inmortalidad:
Persiste –dijo Adrián–. Y persistirá. Tal vez tanto tiempo como quede en pie la casa. Persistirá también en Buchel. La duración más o menos larga o corta durante la cual nosotros también persistimos así, es lo que se llama inmortalidad.
Fuente: Thomas Mann, Doctor Faustus, Plaza & Janés Editores, Barcelona 1991, p.553.
Niñez:
Cuando se manifestaba la necesidad de dormir, él decía “noche”, como cuando iba a acostarse al oscurecer. Era su manera de despedirse, lo decía a cualquier hora al marcharse o cuando otra persona partía, a manera de “adiós” o “hasta la vista”.
Fuente: Thomas Mann, Doctor Faustus, Plaza & Janés Editores, Barcelona 1991, p.567.
Nuestra:
La palabra “nuestra” confiere a la inmensidad a la que se aplica cierta intimidad; agranda casi cómicamente la noción de lo familiar por una extensión asombrosa, y nosotros nos sentimos ciudadanos modestos de esa inmensidad, pero preservados.
Fuente: Thomas Mann, Doctor Faustus, Plaza & Janés Editores, Barcelona 1991, p.330.
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