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Quien escribe con lento murmullo, quien lee con frágil paso, al hacer frente al espejo escucha la pregunta que la imagen le devuelve: "Dime, ¿quién eres tú, sólo, tú mismo y sin nombre?" Así redactada, como la redactó Tolkien en boca de Tom Bombadil, es la gran pregunta. Las palabras que se recitaban en la sala de la doble Maati (en El libro de los muertos): "¿Quién eres tú? ¿Cómo te llamas?"
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Días contemporáneos, en una caricatura. Olafo camina con su hijo, y revela: "El secreto es destruir antes de que te destruyan". Inquieto el hijo, Hamlet, pregunta: "¿Y si el otro ni siquiera piensa destruirte?". Con calma y firmeza, el padre aclara: "Es el riesgo que debes correr".
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Habitar la tierra, titula Helio Gallardo uno de sus libros. Cama, Mesa, Juego, las tres habitaciones -digo yo- de toda casa común. En cada una, un viaje, un viajero: al filo de la madrugada un Ulises parte, para después de mil noches y una volver a ellas, dejando una evocación feroz en su nostalgia para los herederos.
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Martín orina, en la orilla del océano terroso que es la pampa. Pilar Ternera, sosteniendo en el regazo a Aureliano Babilonia, siente el regreso de los manantiales primarios del tiempo. El verticalísimo crescendo del Boléro de Ravel. Todo junto es un nombre desconocido, más exacto y honrado que el ennuí.
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