Gustaba acercarse de manera discreta, sin ser notado, a los diversos grupos que con espontaneidad se reunían. Caía la tarde, y se apostó en un ventanuco del muro de piedra, protegido por la sombra creciente pero lo suficientemente cerca para escuchar.
Observando ahora, recordó al primer hombre, que conoció ya muchos meses atrás. Sus palabras hechizaban y giraban sobre los oyentes como pájaros que buscan las sobras delante de los quicios de las casas. Una vieja costumbre que no ha mucho había adquirido, pasando, no supo cuándo, de escucha a hablador. Creía acordarse de algunas de sus palabras, pero el tiempo se las había desdibujado. Pero, es casi seguro, alguna vez habló de lo mismo que hablaban ahora aquellos hombres reunidos en torno al fuego. El también había conocido semillas y las había visto crecer. Para decir las cosas que había que decir, se miraba las manos y, como todos, allí encontraba los relatos: en un pueblo pequeño, aunque no sea tu oficio el de labrador, igual estás cerca de la siembra y algo alcanzas a saber del aliento de la tierra. Sí, una pequeña semilla de mostaza podría ser como el Reino, Reino que no pasará de ser un arbusto, un gran arbusto, lo suficientemente grande incluso para que alguien lo llame la mayor de las hortalizas, arbusto suficiente para que cualquier pajarito busque cobijo en su sombra y luego siga su camino.
Pensó que algo ha de haber cambiado hace muy poco, pues este hombre que con tanto ánimo habla ahora a los rostros tallados por la luz de la fogata, convierte al arbusto en un inmenso árbol, tan grande que los pájaros anidan allí. No sólo son los pueblos; hay ciudades grandes también, tan grandes que nadie se imagina un arbusto. Supuso que, así las cosas, les queda fácil creerse ese cuento del árbol, que el arbusto aunque quisiera no daría para tanto. El entusiasmo anima sus rostros: quizás es más fácil pensar en árboles que en arbustos.
Aleteó, alejándose del grupo. Trataba de recordar, pero no podía. “Se parece el Reino a...”. No continuó. Era hora de buscar su refugio para la noche que comenzaba.
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