Fragmento del imaginado Cuaderno de apuntes de Deepak Chopra.
Ante todo, evitar indagar en las traducciones. En la primera epístola a los Corintios, Pablo insiste en la realidad corporal del resucitado: soma pneumatikón. Mala traducción “cuerpo y espíritu”, y aún pésima “cuerpo y alma”; pneuma designa el Espíritu de Dios, y en la forma paulina estamos, entonces, ante un cuerpo invadido del Espíritu de Dios, y en el cual la psiké se pierde por completo, o por lo menos queda marginada. Encima de todo, Pablo se atreve a decirlo: siémbrase un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual.
Para fortuna de nuestra raza fuerte, poco caso hacemos de tales sutilezas, y seguimos prefiriendo cuerpo y alma; un cuerpo que no es más que un apéndice del cual poco entendemos y que actúa más como lastre doctrinal de nuestros necios antepasados. ¡Es tan bella el alma! Allí somos nosotros mismos, somos cada uno, nos refugiamos de la miseria y el egoísmo del mundo, y aún hay quien la cultiva de manera tan excelente que puede ofrecer su consejo a multitudes por medio de fértiles libros y conferencias (¡sé feliz o muérete!) para beneficio de nuestra iluminación interior. El pérfido mundo quizás te obligue un día a bombardear un pueblo perdido donde se refugian los soberbios, pero tú, en tu interior, permanecerás inmaculado si persistes en El Camino. Y aún quienes especulan sobre la existencia de una entidad energética que nos va educando como niños pequeños, que todos estos sufrimientos son apenas pruebas para el gran día de nuestro renacimiento.
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