Estas que aquí reproduzco, proceden de viejos papeles y apuntes, de cuyo momento no tuve la precaución de anotar el sitio de origen. El título es mi barbarie de diccionario personal, y no proviene del autor reproducido...
Volar:
Esta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Rosario Castellanos: Memorial de Tlatelolco.
Ciudad:
Se necesita un estado de gracia para amar por encima de los claxons, los pleitos, las angustias, el smog, la violencia, el moverse a todos lados y en ninguna dirección, y antes de ser ángeles amorosos, nos llega el edicto y la condena.
Elena Poniatowska: Fuerte es el Silencio.
Velar.
Una estrategia de la memoria. Y
ella se hace a través de la palabra,
ellas construyen el mundo, la vida. La historia de los vencidos. La palabra que es la historia de que muchos soñaron y existieron. La palabra de que
muchos fueron, están y serán. Memoria
que significa recordar, llenar el corazón. Volver
con el corazón. Volver a la historia de los excluidos, y de aquellos que de su seno han sido asesinados, desaparecidos, desterrados, extirpados,
simplemente por soñar sueños,
por la construcción de mundos nuevos de justicia y fraternidad.
Danilo Rueda: "Comunicación e impunidad".
Conversa.
Esta gran costumbre de comunicarse con el otro, de
ser con el otro, esa vieja costumbre de sentir, de obsequiarnos mutuamente el
aliento, parece perderse en nuestros días. Sin embargo, seguimos buscando
desesperadamente el abrazo amigable o amoroso. La voz sigue latiendo lenta, muy
lenta, semilla sabedora de su eterna resurrección.
Carlos Román: "Contando entre vecinos".
Comida.
A la cabecera de la mesa o en las visitas o tertulias, en la sala, en cualquier parte, al viejo no lo detenía nadie cuando se empeñaba en volver a tomar el hilo de cualquiera de sus fantásticas historias que ya todos conocíamos bien. Eran mentiras prodigiosas por una razón: porque siempre fueron creciendo sin límites, mucho más que crecía la progenie. Pero, además, eran mentiras argumentadas siempre con lujo de precisiones y certidumbres absolutas.
Nicolás Buenaventura. La importancia de hablar mierda. Magisterio, 1995, p.10.
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