Le ha precedido lentos latidos en el
aire, pero ahora se asoma. Una informe masa cuyos ojos, carbones áureos, fijan
la mirada. Tras un instante, como para que se palpe su presencia a través del
enrarecido aire, avanza el bípedo mitológico. Tambor cuyo retumbar lento y
espeso se expande en breves e intensas oleadas, trayendo consigo el relieve
gris y áspero de su piel, a la manera de un latigazo que estremece la llanura.
A cada paso se agiganta, en tanto el pasto mineral cierra toda posible huida. Se
abalanza. Cae el latido y estalla. Es agua, es sudor, y meciendo las lápidas
que se han abierto a la finitud del cuarto de huéspedes, era sueño. La
respiración se acompasa, percibiendo los olores cotidianos, extrayendo del aire
los ruidos nocturnos y familiares que, horas después, eclosionarán en la flor estulta del día a
día cualquiera. El amanecer está cerca, pero las suaves cobijas invitan a
retomar la oscuridad. No va a ser posible: la puerta que da al corredor se
queja quedamente, empujada por un oscuro latido, por una breve lumbre de
carbón.
1. La primera taza de café, justo antes de comenzar la mañana. Gemelas siamesas entrelazadas, esa taza y esa mañana. En la penumbra, el abuelo encendiendo los fogones para iniciar el origen, como en tantas otras madrugadas cuya presencia jamás vas a palpar de nuevo. El hágase del tiempo primigenio se encarna en los pasos lentos de los morrocoyes del patio de adentro, para apacentar el poco antes del resplandor que alzará entremezclados en copas de tumultuoso follaje, el primer alborozo de pájaros y las claridades mensajeras del primer calor. El agua hierve y reposa enseguida. Con ella y en ella, se sosiega el polvo del café, y fluye luego a cuatro pequeños pocillos para alzarse de ellos con su oloroso vaho, esparciendo su aroma por toda la casa como la cal que con cuidado esparce sobre las espesas paredes el viejo obrero que cada año las recompone, y aún un poco más allá, hasta la carrilera que saluda a la verja principal y conserva el paso invisible de los cuatro vecinos que ya ...
Comentarios