Ese silencio, tan ahí,
no punto del
universo en expansión,
no mínima gota de piedra
en el centro del huracán,
no pájaro de agua en la
sangre ajena,
no sima en lo alto del
ojo de la catedral,
no perpendicular del
tímpano al hielo.
Tan sólo y tan concreto
como herida profunda, tajo distante, hálito abisal, negrura de furia,
como cesura eterna en ese Verbo
primero y generoso.
¡Ah, mujer!
Tu silencio fantasma
que tanto duele.
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