Continúo
con la entrada que publiqué la semana pasada…
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El siervo
amansado. El segundo caso no es ya una ligereza
sino, pienso, una abierta tergiversación (absolutamente inconsciente, supongo)
de lo formulado por Crossan en su lengua de origen. El asunto se sitúa en la
discusión que desarrolla Crossan en el séptimo capítulo dedicado al evangelio
de Marcos, denominado “A Hymn for the Nameless” (“Un himno para el innominado”,
en la traducción de Pastor Ramos, ).
El
énfasis y enfoque del desafío de
Marcos, expone Crossan, se dirige contra
la autoridad cristiana y su liderazgo, representada por los Doce y las
lideresas nombradas. Escribe en algún momento de su exposición: “El desafío
parabólico de Marcos, hacia y dentro del cristianismo, es una exaltación de los
líderes que liberan a los líderes que dominan, una trascendencia del liderazgo
carismático sobre el liderazgo institucional, y un himno para aquellos sin
nombre sobre los nombrados” (traducción mía: p.172 de la edición de
HarperCollins).
Párrafos
antes y en este contexto, Crossan hace un comentario de Mc 10, 42-45, con estas
palabras (trascribo de la edición de HarperCollins, p. 167-168, subrayando el
caso específico que me interesa):
First, there is that explicit
contrast between Gentile-style leadership and this radical revision of
Jewish-style leadership. Next, that “not so” is directed specifically to the
Twelve. It is their view and style of leadership that are opposed by Jesus. And
the unconventional leadership style they are to exhibit is to be modeled on
that of Jesus himself. Jesus is not just talking about humility, but about
humility-in-power, not just about being a servant, but being a
servant-as-leader. Finally, in the ancient world, it was especially those
enslaved who were “ransomed,” so that a leader who ransoms you is about
liberation and not domination.
Si bien
la traducción de lo subrayado que ofrece Pastor Ramos es, “Jesús no está
hablando solo de humildad, sino de ‘humildad con poder’; no solo de ser un
siervo, sino de ser ‘siervo como jefe’ ” (p.174, en la edición de PPC), creo que sería mejor traducir “Jesús
no habla tanto de humildad, sino de un humilde-en-el-poder, no sobre ser un
sirviente sino sobre un sirviente-como-líder”. En la primera parte y de manera
literal, la traducción de Pastor Ramos es precisa (humility-in-power: humildad
con poder), pero habría que ser traidor a la literalidad, y pensar, digo yo, en
“humilde en el poder”. En la segunda
parte, hay que escoger entre dos traiciones, “siervo-como-jefe” (Pastor Ramos) o
“sirviente-como-líder” (la que propongo). Expongo mis razones, y de manera
similar a lo expuesto arriba, las dos primeras a nivel interno, y las dos
últimas a nivel externo.
La
primera razón la sitúo al interior del capítulo mismo. Marcos, según dice
Crossan, considera que la tradición inaugurada por los Doce unos cuarenta años
antes de su propia escritura, y operante en su momento contemporáneo, es una
tradición con un estilo y modo de
liderazgo que no es como el de Jesús (cfr.
pp.173-175, en la edición de HarperCollins). Decir estilo y modo es decir procesos concretos de personas y
comunidades en su interacción, interacción
que es presentada en relatos. No se trata, por tanto, de la humildad como virtud o atributo o cualidad (supongo) encarnada
en una persona (con el consecuente peligro de hacer de la humildad un fetiche), sino de la humildad como atributo o rasgo
social, o estrato si se quiere. No es la humildad-virtud, sino el humilde-socioeconómico. Y en esa
encarnación concreta es donde se generan los procesos que hablan de estilo y
modos de liderazgo. En un proceso, el humilde está en el poder. El humilde tiene una ocupación, por ejemplo, servir la mesa del patrón: es un
sirviente. ¿Y si, en la parábola de desafío, ese quien sirve pasa al ejercicio
del poder? El ejercicio del poder es liderar
ciertos procesos de liberación, no ser jefe
patronal de la mesa que mantiene las diferencias y las jerarquías.
En el conjunto
de The Power of Parable, y en
especial en la primera parte –segunda razón, a nivel interno–, Crossan plantea
que el desafío de Jesús a través de sus parábolas es una inversión profunda o
cambio de papeles. ¿Y si aquellos que sirven a los líderes empiezan a liderar,
no a la manera de los jefes patronales, sino a la manera de los grandes líderes
liberadores que ponen en primer plano, como protagonistas de sus propios
procesos liberadores, a los humildes socioeconómicos? Las parábolas de desafío
provocan o suscitan (o aspiran a suscitar) una discusión, por parte de sus
oyentes, sobre el perturbador cambio de paradigma pedido por Dios. Pero
examinando la trasformación (reconstrucción) de ese desafío por parte de los
evangelistas, quienes hacen del desafío un ataque –dice Crossan, en especial en
la segunda parte de su libro–, se hace evidente que “el poder de la parábola de desafío es el poder de una retórica no
violenta para oponerse a la violencia sin caer en ella” (p.251 de la traducción
de Pastor Ramos: p.247 en HarperCollins). Y decir retórica es decir construcción
social de significados, es decir, procesos encarnados, concretos, en
personas que bien pueden ser designadas como un humilde o un sirviente,
no la humildad o el jefe. Un siervo-como-jefe desdibuja su origen: se hace jefe. Un
sirviente (o siervo)-como-líder, sigue siendo sirviente, solo que ahora líder.
La
tercera razón es externa, en referencia al conjunto de la obra de Crossan. Al
ubicar su indagación sobre el Jesús histórico bajo coordenadas de comprensión
intercultural, histórica, antropológica, que se entrelazan con coordenadas de
comprensión exegética, no solo insiste en los procesos y en la construcción
social de significados que ello implica, tanto para ellos como para nosotros,
sino que evita las devotas espiritualizaciones de los términos. “Humildad-con-poder”
espiritualiza, o mejor decir, borra la situación concreta, encarnada, del
humilde; borra su posibilidad de proceso social, de su
hacerse-sujeto-en-la-historia. “Siervo-como-jefe” borra la posibilidad de la
revolución divina, y deja incólume las jerarquías humanas.
Aunque
esto se enfatice, nunca será suficiente. Somos relato, y como relato, siempre
tendemos, al igual que los evangelistas, a volver a centrar a aquel o aquello
que nos descentró (aquí hemos de evocar a Albert Schweitzer). Quizás sea esa la
razón (cuarta y última, externa y en referencia a nuestro contexto cultural)
por la que tendemos a traducir y traicionar ciertas expresiones que, en el
inconsciente colectivo, nos resultan chocantes. Entre un humillado sirviente
que accede al (se toma el) poder para ser líder y liderar procesos, y el jefe
que para su autocomplacencia religiosa exalta la genérica humildad, ¿qué es
mejor? A lo primero se le puede llamar (hoy) terrorismo y guerra, a lo segundo
humildad y paz (aquí hemos de evocar a George Orwell). En la exposición de
Crossan, lo primero es llamado el sueño visionario de Dios, lo segundo el sueño
visionario del César. En la traducción de Pastor Ramos, lo primero queda
borrado, lo segundo, resaltado. Es una tergiversación. Algo inevitable, por
supuesto (traduttore, traditore), pero enfatizar
los énfasis ayudan, no a evitar
las inevitabilidades, pero sí a dar cuenta de ellas, y aún a evitarlas en parte.
O por lo menos a discutir nuestras discutibles traiciones.
Fuente original de la
reseña: (es broma)
Fuente
completa:
Journal of
Occult Interpretation of the Bible 2135/2 (Arkham, Massachusetts: Miskatonic University
Press, 2014): 117-119.
Online, in: http://www.miskatonic-university.org/D_religion/joib_2135_2.htm
Citar
como:
Román, Carlos Eduardo. Review of J.D. Crossan’s Book, The power of parable, in: JOIB 2135/2 (2014): 117-119.
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