Con vehemencia atrevida pero con sumo cuidado, el escriba levanta magníficos bloques. Poco a poco forja la sólida forma. Entre los intersticios se apelmazan los fragmentos para la eternidad. La ceniza volcánica proporciona firmeza a las junturas, componiendo la nueva substancia que rechazará lluvias, humedades, yerbajos. Días, semanas, años. Envejecido, el escriba admira su Obra, y muere.
Un campesino le mira con indiferencia. Por sobre el cadáver postrado en la tierra oscura, adivina el titilar débil de las estrellas, el rumor del mundo y de los gusanos, y la lámpara encendida de una vieja choza donde le espera su mujer.
Comentarios
Besitos
xime