Esta piedra ya nadie la ve,
como tú la viste,con esos ojos con los que la viste
ahora que ya están muertos.
A LA MUERTE DE JUAN PABLO PEÑA.
Caminando lustros y centurias
venía Juan Pablo cara al viento
con la sonrisa fresca de patios,
una cerveza en Atalaya, comentario de Sevilla,
la broma del día y la voz que creyó oír de Dios.
Encrespado pelo que encerraba abrazos
venía Juan Pablo cara al viento,
lenguas destempladas sus zapatos
de cordones dicharacheros de acordeón.
De un llano a otro la alegría o la tristeza
que no acaban el simple silencio de su muerte.
A LA MUERTE DE MI PADRE (Mayo 28 de 2003).
1.
1.
Ha muerto mi padre
como todos los padres
han de morir un día.
En Cúcuta, las calles que caminé
emergen desconocidas en mi olvido,
pero ahora estoy lejos
y ha muerto mi padre.
Entre los silencios (pienso ahora)
hubiera querido preguntar sus pasos
que jamás conocí. No supe cómo.
Pero ahora estoy lejos,
y ha muerto mi padre.
2.
No sé si murió como los caracoles
o quizás como las estrellas.
Sus pulmones fatigados y sus sandalias algo viejas
no se levantaron de la cama.
El sopor del mediodía fue arropándolo
(lo imagino: estaba lejos, un teléfono,
voces en el aparato, llantos contenidos)
en tanto las horas avanzaban entre los vegetales,
y un hombre, mi padre, moría.
3.
No temían ya su paso las hormigas,
y los pájaros seguían picoteando la fruta del hobo,
como si nadie
estuviera muriendo allí dentro.
El caracol por la hoja se deslizaba y la mosca
por entre el almuerzo dejado a medias,
como si nadie
estuviera muriendo allí dentro.
La lagartija al sol atenta a su presa y el gato
vecino rondando en el techo,
como si nadie
estuviera muriendo allí dentro.
Tejiendo la araña la letanía y el comején
rosado royendo la madera,
como si nadie
estuviera muriendo allí dentro.
Toda la infancia que ya no estaba: El chigüiro,
la guacamaya ebria, Los gatos de bellas pieles,
los peces Coloridos, los perros del vivero…
Y mi padre murió allá dentro.
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